La Razón (Cataluña)

Épica y drama para México

► Se quedó a un gol de pasar a octavos en una segunda parte con emoción y ocasiones

- José Aguado.

El Mundial es esto: el partido de México contra Arabia Saudí. La emoción y la épica, la esperanza que despierta y crece, el corazón latiendo, los balones al área, los fueras de juego que sí son, las jugadas jugadas que no llegan, las noticias del otro partido, el corazón que se acelera todavía más, el encuentro memorable de Chucky Lozano, dejándose la vida por su selección, los nervios del tranquilo Tata Martino. Ver, en fin, la orilla, cuando hasta ese momento todo era un naufragio. Y remar, remar, como no lo había hecho nunca México en este Mundial, donde hasta el encuentro contra Arabia no había marcado ni un gol. Remar todos, lanzarse al ataque. Ver el faro de los octavos. Y ahí, ahí, descubrir que no podía más. Que no era un cantar épico y sí un drama: una historia que termina mal.

Lo tuvo México, pero le faltó un gol más, pese a los 26 remates que tuvo. Echó muy en falta la sequía goleadora con la que ha convivido en el torneo hasta su eliminació­n. No metió un gol en los dos primeros partidos y tampoco en el primer tiempo contra Arabia Saudí. Fue lento el reloj hasta el descanso. México jugaba con toda la ansiedad y el rival con la calma de quien tenía un mejor horizonte.

Arabia Saudí ha sido una de las seleccione­s más llamativas del torneo, pero, a última hora, le faltó valentía. Si ganaba, estaba en octavos. Así que el entrenador Hervé Renard, el mismo que dio la retransmit­ida charla en el descanso del partido contra Argentina, decidió esperar todo el primer tiempo, que el empate a cero era buen resultado para buscar un tanto glorioso en la segunda parte.

Pero el plan era muy arriesgado. Porque México no era el de los otros partidos. Tenía ambición y confiaba o bien en la carambola o bien en meter suficiente­s goles. El tanto de Argentina le indicó que ese era el camino. Y se puso a ello con una determinac­ión que no encontró en días pasados. Metió nada más comenzar la segunda parte del choque y después Luis Chávez hizo otro de un magnífico y lejano lanzamient­o de falta.

Vibraron los aficionado­s del estadio y los mexicanos, no paró Chucky Lozano, que tiró del equipo hasta que se quedó sin pulmones. Hubo muchos remates y fueras de juego que sí eran. También paradas de Alowais, el portero de la selección de Arabia. Sus compañeros apenas pasaron del centro del campo durante los segundos 45 minutos. Sólo lo hiciero una vez: para meter un gol cuando todo México iba ya al ataque a la desesperad­a porque ahí estaba la vida. Pero no llegó: fútbol y Mundial en carne viva.

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EFE Desolación de los jugadores mexicanos después del partido

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