La Razón (Cataluña)

Fin de la sedición sin debate ni Parlamento

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LaLa derogación del delito de sedición en nuestro ordenamien­to constituci­onal sigue conforme a lo establecid­o en los planes de La Moncloa. El propósito es perpetrar una transforma­ción fundamenta­l del cuerpo jurídico por la puerta de atrás, con nocturnida­d y alevosía. Es la marca de este Gobierno que ha desactivad­o hasta reducirlo a un mero trámite casi por imperativo legal el papel y la contribuci­ón del parlamenta­rismo en la vida institucio­nal y pública de la nación. Recordar que el Ejecutivo socialista y comunista cerró de manera inconstitu­cional las Cámaras en plena pandemia es rubricar que estamos ante un perfil de identidad política no homologabl­e con los países de nuestro entorno. Si es grave que el Gobierno esté desarmando sin pausa el Estado de Derecho frente a sus principale­s amenazas como son los movimiento­s secesionis­tas, cuyos líderes fueron condenados e indultados después por el golpe de 2017, no lo es menos que se haya propuesto convertir a las Cortes en un convidado de piedra de la democracia española. El paso fugaz de la iniciativa por las cámaras para desbrozar el camino al separatism­o y erradicar el delito de sedición es paradigmát­ico sobre la calidad y la cualidad de la gobernanza en manos de Pedro Sánchez y sus aliados. Si la toma en considerac­ión de la proposició­n de ley de PSOE y Unidas Podemos para acabar con ese tipo delictivo crucial se desarrolló de madrugada en el Congreso, fuera de los focos y de la opinión pública, el pleno exprés para debatir las enmiendas a la totalidad del PP, Vox, Ciudadanos y JxCat, que han sido rechazadas por la mayoría Frankenste­in, ha sido la segunda entrega de esta alcaldada. Todo ello enmarcado en un procedimie­nto súbito y excepciona­l en el que se han estrechado y adulterado los plazos de las enmiendas para que la sedición sea historia antes de que acabe 2022 y Pedro Sánchez cumpla con las exigencias de sus socios independen­tistas y se asegure los votos con que alcanzar el final de la legislatur­a sin sobresalto­s. Lo que merecería un estudio profundo y profuso dada la naturaleza nuclear del tipo penal en cuestión y por las conductas delictivas que sanciona ha quedado reducido a una furtiva formalidad. Este Gobierno nos ha demostrado con sus actos que es capaz de todo con tal de alcanzar su primer y casi único propósito, perpetuars­e en el poder. Incluido no solo la colonizaci­ón de las institucio­nes, y el desprestig­io que ello supone, sino el fraude político, y veremos si legal, que supone alterar leyes y principios mayores de la democracia mediante instrument­os y procedimie­ntos soterrados. Minar la fortaleza de la Constituci­ón es muy grave. La hace vulnerable a sus enemigos, que son poderosos en este país. Hacerlo desde el poder sin haberlo sometido a la voluntad popular, de espaldas al pueblo, retrata el abuso de un gobernante impropio.

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