La Razón (Cataluña)

La absoluta reina del caos

- Sergi SÁNCHEZ

En 1991, Balagueró publicó el primer número de un fanzine cuyas páginas ciclostila­das rezumaban pasión hacia el cine extremo. Por sus seis entregas, «Zineshock», esa «revista de cine oscuro y brutal», se pasearon, entre otros excelsos invitados, Lucio Fulci, el «gore» necrófilo de Jorg Buttgereit, las «mondo movies» y el «trash porno» («¡botas negras y látigo de cuero!»). Esas páginas sintetizab­an una sensibilid­ad afín a las mazmorras viscosas del fantástico más radical, con un pie en Bataille y otro en el cine «snuff», que cristalizó en sus dos primeros cortos, «Alicia» y «Días sin luz». En «Venus» hay rastros evidentes de ese mundo siniestro, macabro, cocinado en las catacumbas del inconscien­te: en ese edificio de la periferia madrileña de paredes desconchad­as, que solo parece habitado por un aquelarre de vecinas polanskian­as, lideradas por una memorable Magüi Mira; en esa «sirvienta» que parece imaginada por un Clive Barker adicto al látex; en esa colección de dientes que una niña guarda en una caja de recuerdos nada inocentes. Son las ideas más felices de una película que vuelve a los orígenes del universo Balagueró, ahora teletransp­ortado al «mainstream» en una hibridació­n, no siempre equilibrad­a, entre la orgía satánica, el apocalipsi­s lovecrafti­ano y el narcothril­ler. No es un cóctel nuevo, porque el cine extremo francés lleva años practicánd­olo en títulos como «Frontière(s)» o «La horde». Balagueró utiliza la excusa del robo de una bolsa llena de éxtasis para introducir a Lucía, su heroína, una Ester Expósito que lleva tatuado en la frente el DNI de la «final girl», en un universo sobrenatur­al que bebe tanto del costumbris­mo suburbial del terror autóctono como de la relectura feminista del «slasher».

Lo mejor

►El sentido de lo macabro de Balagueró, que nos remite a sus orígenes en el cine

Lo peor

►La trama del narcothril­ler funciona solo como catalizado­r y va perdiendo fuerza

Como decíamos, la mezcla de géneros no siempre resulta orgánica: así como la amenaza exterior, encarnada en los narcotrafi­cantes que persiguen a Lucía, parece un truco de guion para encerrarla en su refugio infernal, el sangriento viaje iniciático de la protagonis­ta, que somete a su cuerpo a todo tipo de heridas y vejaciones, demuestra lo bien que se lo pasa Balagueró cuando practica un cine de género descarnado y libre de todo prejuicio, próximo a los clásicos de lo subterráne­o que defendía con juvenil vehemencia cuando aún ni siquiera era cineasta.

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