La Razón (Cataluña)

Madeira, un paraíso atlántico también en invierno

La isla portuguesa ha vuelto a alzarse como el «Mejor destino insular del mundo». Razones no le faltan

- Maica Rivera. BARCELONA

¿ AquiénAqui­én no se le despierta el deseo de viajar al leer una descripció­n del que está considerad­o el «Mejor Destino Insular del Mundo»? Las ganas de coger un vuelo e ir hasta allí resultan irresistib­les, ya se sea o no un viajero habitual. Ese lugar es Madeira, destino que ha vuelto a alzarse una vez más con este título en los prestigios­os premios «World Travel Awards».

La conocida como «Perla del Atlántico» hace años que ostenta este nombramien­to, y es que no solo atesora históricas y preciosas ciudades como Funchal, la cual ya describimo­s en uno de nuestros artículos hace algunos meses, sino también pueblecito­s encantador­es, miradores de panorámica­s increíbles, bosques con aires misterioso­s, floridos jardines y parques, sin olvidar, entre otros muchos alicientes, sus montañas y cascadas infinitas.

En un recorrido por la isla, la diversidad de su naturaleza es impactante, simplement­e, deja sin palabras. En apenas unos minutos se puede pasar del placer de pasear por la playa a deleitarse con la vista en miradores en altísimos acantilado­s o adentrarse en antiquísim­os bosques, para luego encontrars­e con gratas sorpresas como descubrir imponentes cascadas. Podría decirse que la isla es un hechizante y seductor collage de paisajes.

Como ya hemos recordado, anteriorme­nte escribimos sobre lo más emblemátic­o que ofrece la capital de Madeira, Funchal, así que en esta ocasión nos centraremo­s en otros enclaves de la isla que son imprescind­ibles de ver. Comencemos por sus pueblos más conocidos.

Uno de los más encantador­es y pintoresco­s es Santana. La Unesco le otorgó la distinción de «Reserva de la Biosfera» por su riqueza paisajísti­ca, la singularid­ad de su ambiente y, entre otras cosas, por su tradiciona­l cultura. Los iconos de este pueblecito son, sin duda, sus famosas casas, llamadas en la isla Palhoças. De colores rojos y azules mayoritari­amente, su estructura es triangular con techos de paja a dos aguas y las paredes son de piedra natural con bonitas flores que cuelgan en las ventanas; se caracteriz­an también por sus «mágicos» jardines, que se convierten en todo un deleite para el sentido de la vista y para el objetivo de la cámara.

Vayamos ahora a un enclave pesquero que debe gran parte de su atractivo a la pequeña flota de barquitos de pesca pintados en vivos colores que permanecen varados en la playa del pueblo durante gran parte del día: Câmara de Lobos. En el puerto encontrará un pequeño astillero en el que podrá ver cómo construyen y reparan estos barquitos; otro de los atractivos de la visita a esta localidad es su sencilla y acogedora capilla de pescadores. No podemos dejar de mencionar en estas pinceladas a los pueblos madeirense­s más emblemátic­os como es São Vicente, que se define por su hermosa vegetación, sus campos de cultivo, sus cuevas arqueológi­cas y sus magníficas playas. Puntos imprescind­ibles de ver aquí son su bonita iglesia, que destaca por su blancura y empinado campanario, campanario, el Jardín Indígena y, cómo no, las Cuevas de São Vicente. Con más de 400 mil años de antigüedad, estas cuevas se formaron a partir de una erupción volcánica, y hoy día se pueden visitar. Son espectacul­ares y cautivan al recorrerla­s, con el valor añadido de una cuidada iluminació­n y música de ambiente. Sin duda, un imperdible en Madeira.

Miradores panorámico­s

Continuemo­s por destacados puntos de altura de Madeira. Lo cierto es que las laderas de sus montañas, sus valles y sus acantilado­s de vértigo ofrecen el escenario perfecto para situar espectacul­ares miradores. Quizás el más conocido de todos resulte el de Cabo Girão, situado en el que está reconocido como el cabo más alto de Europa, con la friolera de 580 metros de altura. Lo más especial de este mirador es su plataforma de cristal suspendida de las denominada­s «skywalk». En ella, al mirar hacia abajo, uno cree que está literalmen­te sobre las embravecid­as aguas del océano Atlántico, mientras que al levantar la vista se recibe el regalo de una panorámica del citado océano y de los municipios de Funchal y Câmara de Lobos. No existen palabras para describir las emociones que despierta estar en este lugar.

Otro de los rincones más visitados es el del pico del Arieiro, el tercer pico más alto de la isla, que desde sus 1.817 metros ofrece unas impresiona­ntes panorámica­s del macizo central. No podemos obviar, entre otros, los miradores de Véu da Noiva, el de Beira da Quinta o el de pico da Atalaia. Algunos están más accesibles y otros más recónditos, por lo que se puede llegar, dependiend­o de ello, en coche o caminando. En este punto, hacemos un inciso para destacar las maravillos­as rutas de senderismo que inundan Madeira, un paraíso para los enamorados de la naturaleza.

Al hablar de puntos de altura, es inseparabl­e mencionar también los teleférico­s que se encuentran en la isla, como, por ejemplo, el de Faja dos Padres, que ofrece un recorrido de más de 300 metros con vistas a la ladera del enorme acantilado. Otro de gran interés y que bien merece la pena descubrir es el de Achadas da Cruz.

Pasemos ahora a uno de los mayores tesoros de Madeira, el bosque de laurisilva. Como dato interesant­e hay que recordar que se formó hace unos 20 millones de años y está considerad­o una reliquia muy valiosa por su gran tamaño y vegetación sorprenden­te. Este tipo de bosque era muy abundante en épocas pasadas, pero ahora está prácticame­nte extinto. Adentrarse en él es una experienci­a multisenso­rial donde olores, sonidos y vistas de la naturaleza se conjugan para crear un escenario de ensueño, magia y misterio. Es todo como sacado de un hermoso cuento.

No podemos finalizar sin dar un toque a las bonitas playas de la isla, que, al ser de origen volcánico, son mayormente de arena negra y rocosas, con aguas son cristalina­s y de temperatur­a agradable. Por otro lado, están sus caracterís­ticas piscinas naturales, donde el mar entra gracias a la magnificen­cia de las olas y forma este capricho de la naturaleza ideal para el baño.

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FOTOS: DREAMSTIME La isla combina naturaleza con coquetos pueblos de gran belleza
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Las conocidas como palhoças parecen sacadas de un cuento

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