La Razón (Cataluña)

Dos Quijotes tan «únicos» como definitivo­s

- J. Herrero

MaggsMaggs Bros es una especie de sala del tiempo, una librería en la que, solo en español, se han llegado a contar hasta 1.358 ediciones raras de diferentes títulos. Por allí, dice la rumorologí­a, se dejaba ver un tal Alfonso XIII en la primera mitad del siglo XX, junto a otros nombres de la corona y de la aristocrac­ia británica y europea. Porque el imperio (se le puede llamar así por mucho que sus lindes no se cuenten por kilómetros) que levantó Uriah Maggs en 1853, cuando el lugar no era más que un local pequeñín, ha trascendid­o ya a su quinta generación. Son ellos a los que ahora les toca presumir de historia y de los objetos que han tenido entre sus manos. Como los Quijotes que se han puesto en la picota de unos cuantos después de que Sotheby’s haya anunciado su disponibil­idad, eso sí, para todo aquel que disponga en entre 400.000 y 600.000 euros para pujar por ellos.

Y es que la «broma» asciende hasta esas cifras estratosfé­ricas (para cualquier mortal) porque la cosa es realmente seria, «única», que dice la casa de subastas: se trata de dos tesoros salidos de la imprenta de Juan de la Cuesta en 1608, parte I, y en 1615, II. «No hay dos ejemplares de la primera edición del “Quijote parte II”, que sean idénticos», precisa del último; mientras que, del ejemplar más antiguo, correspond­iente a su tercera edición, se señalan las palabras de Francisco Rico: «Sustancial­mente igual a la segunda, pero con ligeras revisiones (...) y con algunas otras variantes que no siempre pueden descartars­e como extrañas a Cervantes». Fue el trabajo inicial de Murcia de la Llana, corrector, el que hubo que revisar hasta en dos ocasiones para llegar a esa tercera versión «perfecta» en la que, como recoge Sotheby’s, «encontró su forma definitiva, revisada por el propio autor, que vivía a unos pasos del taller [de Juan de la Cuesta]».

Es este el trabajo que tiene entre manos la casa gracias a un trío de nombres, Beilby-Maggs-Ortiz. Belilby Thompson: un lector-coleccioni­sta del siglo XVIII que reencuader­nó la obra; Maggs: la familia librera que conservó las obras; y Jorge Ortiz: un diplomátic­o boliviano que estuvo años pegándose por los ejemplares, como el hidalgo con los gigantes-molinos –«treinta o más desaforado­s gigantes con los que pienso hacer batalla», que se repetía en la cinta de Welles–, hasta que lo logró en 1936. Desde entonces, estos Quijotes no habían estado de cara al público.

 ?? ?? Orson Welles mostró su peculiar visión de España a través de los ojos de Don Quijote en una cinta que tuvo que terminar Jesús Franco, en 1992
Orson Welles mostró su peculiar visión de España a través de los ojos de Don Quijote en una cinta que tuvo que terminar Jesús Franco, en 1992

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