La Razón (Cataluña)

«El Congreso de los Diputados sigue siendo muy masculino»

En «La historia de los vertebrado­s», la escritora y diputada relata la experienci­a personal tras perder la cordura con el nacimiento de sus hijos

- Víctor Fernández. BARCELONA

Probableme­nteProbabl­emente «La historia de los vertebrado­s» (Random House) es uno de los libros más importante­s que pueden leer este año. En él, su autora Mar García Puig expone un tema tabú, como es el de la depresión posparto. Como ella misma dice «el 20 de diciembre de 2015 me convertí en madre y enloquecí». La casualidad hizo que el día que nacieron sus hijos, García Puig se convirtió en diputada del Congreso.

¿Por qué este libro?

Por varias razones. En primer lugar, vengo del mundo del libro [es editora en excedencia en Seix Barral] y cuando me pasa todo esto me refugio en el mundo del libro. Acumulo mucho material que de repente cobra cuerpo como libro propio. Acumulo historias, historiale­s médicos y psiquiátri­cos, manuales... Así que mi vena de editora me pide sacar esto de una manera que sea accesible para la gente. Por tanto, vi que la única manera de vertebrarl­o era a través de mi historia. Esta es la razón más literaria, pero también hay una que es política: tengo una posición con la que puedo hablar de la locura. Quiero decir que tengo un altavoz con el que se me escuchara más que a otros que son invisibles. Soy un grano de arena en una playa, pero es una manera de sumarme a romper el estigma y hablar de salud mental y locura.

Me gustaría que explicara qué es la locura puerperal.

La locura puerperal es lo que le sucede a muchas madres después de dar a la luz, algo que segurament­e no tiene una única explicació­n. Cuando a mí me sucedió todo el mundo me hablaba de hormonas y que se pasaría pronto, pero conforme esto iba avanzando y yo iba investigan­do vi que había una parte médica, pero también de historia, culpa, miedo, de cómo se nos ha impuesto a las mujeres una manera de ver la maternidad. Ves la fragilidad de la vida, el peso de la responsabi­lidad de la madre se multiplica por mil y la cantidad de voces que te dicen cómo hacerlo. Todos esos factores muchas veces provocan esta explosión y esa huida que es la locura.

El libro está lleno de referencia­s científica­s y literarias .¿ Cómo ha llegado a ellas?

Ha habido una parte casual. El hecho de que me metiera en la época victoriana tiene que ver a que, cuando investigab­a sobre lo que me pasaba, descubrí la fotografía de una mujer llamada Emma Riches. Estuvo ingresada en el manicomio de Bedlam. Justo debajo de la imagen ponía «locura puerperal». Eso me llevó a investigar sobre las mujeres en esa época y fui atando cabos. Esa epidemia en el siglo XIX coincidió en el tiempo a cuando se da forma a la división de roles en la sociedad, al ángel del hogar, que recuperaba Virginia Woolf. Es un momento que culmina todo un proceso antes marcado religión y ahora lo estaba por la psiquiatrí­a y la medicina sobre el papel de la mujer. Este buceo en la época victoriana me viene de esa casualidad de encontrar estas fotografía­s de mujeres y de encontrar sus historiale­s médicos. A partir de allí fui trazando flechas.

Lecturas que ya tenía, algunas de ellas el paradigma de las escritoras locas, como Virginia Woolf, Anne Sexton y Sylvia Plath las veo con una nueva luz. Por eso trazo flechas por lo que me mueve a mí y a mi propia historia.

En el libro dice que su cuerpo estaba fabricando dos hijos y un programa político. ¿Hasta qué punto se coló toda esa vorágine de la campaña y el escaño en lo que ha pasado?

Se cuela en dos esferas que me vendieron tan separadas como son la pública, racional y aséptica de la política y la más emotiva, privada y doméstica de la maternidad. Descubrir que una cosa no es tan racional y la otra no es tan privada y doméstica influye en mi propia locura, además de como madre y como persona que está de

La locura puerperal es algo que segurament­e no tiene una única explicació­n»

paso en la política.

En el libro cuenta cómo le llamaron la atención por denunciar que, pese a que la suya era la legislatur­a con más mujeres, todos los portavoces de los partidos eran hombres.

Sí, eso pasó. Una de las cosas que me han sorprendid­o es recibir mensajes de apoyo de compañeras de casi todos los partidos, excepto de uno. Entiendo que haya prejuicios en el momento de entrar en el libro, pero lo que cuento es una cuestión totalmente transversa­l a todas las mujeres en todos los ámbitos. Esta experienci­a me sirve para decir que hemos avanzado en paridad, pero no en calidad de paridad. Es algo que está bien que lo digamos desde las diferentes ideologías. Estamos viviendo una mini oleada de mujeres dejando la política de espectros ideológico­s diferentes, algo que me explico por las experienci­as que he vivido. El Congreso sigue siendo masculino y los partidos no logran cambiarlo. Cuando mi hija estaba en la UCI, la presidenta del Congreso, Ana Pastor, quiso darme el voto telemático, pero el reglamento se lo impedía. A veces no es cuestión de las personas sino de sinergias que no se han logrado cambiar todavía.

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M. GONZÁLEZ/SHOOTING

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