Demuestran en úlceras la eficacia del tratamiento con plasma enriquecido
► El Instituto Cugat aplica por primera vez esta técnica para curar la herida en el sacro de una niña parapléjica sin curas anteriores
Cuando tenía 9 años, Cristina sufrió un accidente de tráfico que le causó una lesión medular completa por la que ahora va en silla de ruedas, así como una pérdida de sensibilidad de su cuerpo desde el pecho hasta los pies. En la actualidad, con 14 años, se ha adaptado perfectamente a la nueva situación y lleva una vida como la de cualquier otra persona de su edad. Sin embargo, como suele ser habitual en personas con dificultad o incapacidad para moverse y que han de permanecer en una misma posición muchas horas, sometiendo a partes de su cuerpo en las que no nos debemos apoyar y, por lo tanto, no están preparadas soportar una presión constante, hará un par de años desarrolló una úlcera en el sacro por estar mucho tiempo sentada en la silla de ruedas y ésta sí que supuso una verdadera limitación para ella.
«A ella la úlcera no le producía dolor, porque no tiene sensibilidad en la zona, sin embargo probamos muchos tratamientos para intentar cerrar la herida y siempre que lo conseguíamos, al poco tiempo, ésta volvía a abrirse, con el riesgo de infección que ello conlleva.
«En realidad, nunca cerraba de verdad», explicó su madre, María, quien recuerda que «con el tiempo, la cosa se empezó a complicar y fue cuando nos sugirieron acudir a un cirujano plástico para valorar la posibilidad de llevar a cabo una cirugía para solventar el problema».
Este tipo de intervención es agresiva, puesto que requiere de un injerto a partir de piel de otra parte del cuerpo de la paciente, y además no hay garantías de que vaya a saldarse con éxito, de manera que el especialista desaconsejó a la familia esta opción, pero los tratamientos seguían sin hacer efecto, mientras que el estado de la úlcera continuaba empeorando, hasta el punto que se acabó creando una cavidad en la zona de la herida.
«La úlcera se iba comiendo la piel por dentro y se hizo un agujero», explicó María, quien empezaba ya a estar desesperada al comprobar como ninguna de las soluciones que planteaban los especialistas a los que consultaban, de centros tan punteros como el Instituto Guttmann o Vall d’Hebron, por ejemplo, funcionaba.
« La desesperación era máxima. llevábamos dos años con la úlcera cerrándose y abriéndose, pero siempre cerraba en falso», comenta María, quien al respecto señala que «lo que necesitábamos es que la piel regenerara de calidad».
Así las cosas, la madre oyó hablar del uso en traumatología de la terapia con Plasma Rico en Plaquetas (PRP) para la regeneración de cartílagos y consideró que quizá podría resultar también eficaz en lo que se refiere a la regeneración de la piel para lograr cerrar y cicatrizar úlceras por presión y fue entonces cuando acudió al Instituto Cugat, donde empezó el trapara tamiento a principios de diciembre.
Al respecto, la doctora Montse García Cugat, presidenta de la Fundación García Cugat y jefa de la unidad de medicina regenerativa del Hospital Quirón Salud Barcelona, explica que «el de Cristina es el primer caso que tratamos por úlcera por presión, pero hemos tenido otros por heridas cuyos bordes no se acaban de unir, siempre por falta de tejido como para que se pudieran juntar, y si en esas condiciones el tratamiento con PRP fue eficaz, en las de Cristina también tenía que serlo».
Sobre la técnica empleada para tratarla, la doctora comenta que «consiste en extraer una muestra de sangre a la paciente, que se procesa para extraer las células que no nos interesan, como son los glóbulos rojos y los blancos, y quedarnos con el suero y las plaquetas, porque ahí es donde están las proteínas señalizadoras, que son las que, cuando las inyectas, van al lugar de la lesión y activan
Este tipo de intervención es agresiva y requiere de un injerto a partir de piel de otra parte
«La desesperación era máxima. Fueron dos años con la úlcera cerrándose y abriéndose»
las células que llevan la regeneración tisular». En el caso de Cristina, el tratamiento se aplicó en dos modalidades diferentes: coagulado, como si fuera una crema que va soltando estas proteínas a medida que el cuerpo va reabsorbiendo ese coágulo, y en forma de líquido, inyectándolo en los bordes de la herida.