«Pronto, mi nombre aparecerá en la lista de los enemigos del Estado ruso»
Anna Starobinets Escritora
La autora, que publica «La glándula de Ícaro», reflexiona sobre el oficio de escritor y la literatura de terror y corte distópico
AnnaAnna Starobinets. Una «crack». Y también otra escritora rusa asentada fuera de su país –ella ha elegido Georgia– por cortesía del señor Putin. Lo tiene bastante claro. No habla con dramatismo de este asunto ni tampoco haciendo tragedia. «Solo es cuestión de tiempo que mi nombre aparezca en la lista de enemigos del Estado. Este peligro no afecta ahora a mi vida, pero sí puede acabar en Rusia con mi carrera literaria. Como escritora, en ese sentido, sí estoy en peligro. Me da pena, porque yo soy más popular allí por mis libros infantiles que por mis novelas para adultos. En mi próxima obra hay menciones a la homosexualidad y de fondo está la guerra. Y es evidente, bueno, en realidad lo sé, que mi libro no se publicará porque hoy están prohibidas todas las referencias a la guerra y a la homosexualidad en las novelas. Mis editores estarían en peligro si llegaran a publicar este título. Los encarcelarían... Yo no me siento en peligro en cuanto a mi integración física porque estoy en otro país, pero siento una enorme pena por lo que sucede».
Anna Starobinets sonríe, aunque habla con un poso de tristeza. Hace poco ha perdido a su marido, «la peor pesadilla que he podido vivir», y ahora relata con resignación la lejanía de su hogar y sus seres queridos: «Yo no estoy en peligro porque me he marchado de Rusia, pero mis padres se han quedado allí. Ellos son muy mayores, octogenarios, y no pueden venir a vivir conmigo a Georgia. En este último año he estado dos días en mi país, y no creo que vuelva ya nunca más ni a ver a mis padres con vida. Ahora estoy asustada con la situación allí –añade–; de hecho, una amiga mía ha sido arrestada porque su obra de teatro no era demasiado patriótica... quizá, algún día, en el futuro, mis hijos puedan regresar a Rusia».
Starobinets sorprendió a todos con un relato escalofriante: «Tienes que mirar» (Impedimenta). Y ahora regresa con un libro de relatos, «La glándula de Ícaro», igual de contundente, impactante y duro. Un conjunto bien meditado de relatos que circulan por distintas aguas de la distopía, la ficción y las pesadillas humanas y sociales. En estas historias queda en el aire una nota de discordancia, una anomalía que siempre condiciona la atmósfera y que
«Si nos olvidamos de la condición humana es más fácil caer en el totalitarismo», asegura la escritora
introduce de una manera lenta, pero sostenida, lo que puede considerarse el horror. «Mi preocupación es que los científicos y los ingenieros motiven la desunión de la condición humana y cómo, de repente, se pueden quebrar todas las cosas que nos hacen humanos por culpa de la tecnología. Esto me preocupa no solo por la parte mental, sino también por la física. Se puede perder el afecto y la forma en que nos comportamos con el medio y con los demás. Por ejemplo, hace poco reparaba que en una comida familiar todos los miembros estaban con los móviles. Esa deshumanización, esa falta de contacto físico, nos lleva a una “insectización”, a comportarnos como insectos. Y si nos olvidamos de la condición humana y nos formamos como insectos, podemos desembocar de forma sencilla en un sistema más totalitario».
El «peligro» de sus libros
Anna Starobinets reconoce que hace poco le pasaron el link de un programa de televisión rusa. Varios tertulianos analizaban su obra y luego señalaban «dónde se encontraba el peligro en mis libros. Es real. Pueden prohibir mis obras. Es una posibilidad cada vez más cerca. Todo está muy manipulado».
La escritora tiene una particular mirada de lo que debe ser un intelectual, un escritor. Ella lo compara con esos canarios que antes llevaban consigo los mineros cuando se adentraban en las minas. Estas aves tienen una particular sensibilidad para apreciar los movimientos de la tierra y, cuando lo perciben, pian con fuerza. «Las aves los ayudaban a guiarse. Tenían una percepción especial, lo que salvaba vidas. Los escritores tienen la tarea de sentir que algo va mal, que hay una perturbación, y su deber es gritar para advertir al resto de que existe algo que no funciona».
Algo de esto hay, precisamente, en estas historias conmovedoras y atroces que abordan la tecnología y la genética social sin olvidar el amor. En ellos late algo que recuerda a «Black Mirror», aunque sin serlo en realidad. «Nada ha cambiado respecto al poder y el control del territorio desde George Orwell. Parece ser que son dinámicas que apenas se modifican de una década para otra». Starobinets admite que, «como escritora, ahora me siento dentro del terremoto. No puedo identificar cuál es el terremoto porque me siento dentro y es imposible escribir sobre una distopía cuando ya estás inmersa en ese mismo futuro». Quizá por eso afirma que en lo que se fijó «a la hora escribir los relatos fue en la atención humana y la memoria» y cómo los autores de ciencia ficción cometieron un error en un punto: «He visto ciertos rasgos de totalitarismos en la actual deshumanización. Los autores de distopías erraron el tiro. El totalitarismo que preconizaban no provenía del futuro, sino que viene del pasado. Esta concepción del territorio y del enemigo que existen provienen de la Edad Media, de ayer. Incluso la guerra, que yo ya creía imposible en mi país, se hace desde unos parámetros que son antiguos».