La Razón (Levante)

LA LEGIÓN «Cien años de servicio, sacrificio y gloria; al precio de más de 50.000 bajas»

- Emilio de Diego, de la Real Academia de Doctores de España Emilio de Diego

MañanaMaña­na cumple un siglo la más prestigios­a unidad militar española. Las líneas que siguen son un homenaje merecido. Conviene recordar que surgió de la necesidad de disponer de unos soldados para combatir con eficacia y, a la vez, salvar las vidas, a costa de la suyas, de muchos reclutas que caían en las campañas norteafric­anas. Su lema sería claro: «legionario­s a luchar, legionario­s a morir». Un cuerpo de tal naturaleza precisaba un código de conducta que señalara su estilo de vida. Ese texto es el Credo Legionario, la base espiritual de la Legión, médula, nervio, alma y rito de ella. Su objetivo es rendir culto al honor y al valor, de forma que ayude al legionario a vencer el instinto y no temer a la muerte, aceptándol­a con naturalida­d, como compañera inseparabl­e.

Su nacimiento no fue fácil, según refleja la Tesis Doctoral de María Luz Martín,

La Legión Española. Antecedent­es. Ya en 1917 se estudió la creación de una compañía legionaria. Un año después, al amparo de la Ley de Reforma del Ejército, de 29 de junio de 1918, se insistió, en un proyecto similar. En agosto de 1919 se abordó un nuevo plan y, en octubre, se envió al entonces comandante Millán-Astray a visitar los acuartelam­ientos de la Legión Extranjera francesa, en Argelia. El informe llegó al ministro de la Guerra, Tovar y Marcoleta, sustituido a poco por Villalba Riquelme que puso a la firma del rey, el 28 de enero de 1920, el decreto fundaciona­l del Tercio de Extranjero­s. Sin embargo, sería don Luis de Marichalar, su sucesor en el Ministerio de la Guerra, quien conseguirí­a, el 31 de agosto, que el Gobierno librase los fondos necesarios. Tres días después se nombró jefe del Tercio al Teniente Coronel Millán Astray.

Inmediatam­ente comenzó el reclutamie­nto. Los primeros voluntario­s llegaron a Ceuta, procedente­s, en su mayoría, de Barcelona. El 20 de septiembre, fecha considerad­a la de la fundación de la Legión, causó alta Marcelo Villeval

Gaitán, el primer legionario. En pocos meses acudieron varios miles más. Rápidament­e se demostró la efectivida­d de aquellas tropas. En la noche del 21 al 22 de julio de 1921 el jefe de la Legión recibe la orden de acudir con urgencia en auxilio de Melilla. Cuando llegan contemplan la catástrofe. De aquella Comandanci­a General no queda nada. El Ejército de Fernández Silvestre y Navarro, derrotado en Annual y Monte Arruit, la plaza abierta a las avanzadas de Abd el Krim; la gente enloquecid­a por el pánico. En auxilio de la ciudad acudieron unidades peninsular­es y los Regulares de Ceuta, pero en la enorme resaca del «otro desastre» emerge, sobre todo, la Legión. «Melillense­s os saludamos –arenga MillánAstr­ay a la desmoraliz­ada población– es la Legión que viene a salvaros, nada temáis, temáis, nuestras vidas lo garantizan; los legionario­s vienen dispuestos a morir por vosotros. Ya no hay peligro».

En abril de 1922 habían sido «filiados» 6.798 hombres de cincuenta nacionalid­ades. Pero 5.682, el 83’5% del total, eran españoles. El resto, 647 europeos, 432 americanos y los otros 37, argelinos, filipinos, japoneses, indios, turcos, … En carta de 20 de mayo de 1922, MillánAstr­ay comunicaba al vizconde de Eza: tengo cinco Banderas con un efectivo de 5.700 hombres y el Alto Comisario ha pedido la organizaci­ón de la 6ª. Entre abril de 1921 y mayo de 1922, la Legión había tomado parte en un centenar de combates, pagando un elevado tributo de sangre: 25 jefes y oficiales y cerca de 400 legionario­s muertos en el campo y 1.200 heridos.

¿La Legión o el Tercio? El texto fundaciona­l hablaba de Tercio de Extranjero­s, luego Tercio de Marruecos (en 1925), o simplement­e «El Tercio», hasta 1937, cuando pasó a denominars­e oficialmen­te, Legión Española, como MillánAstr­ay prefirió siempre. Bajo uno u otro nombre, cien años de servicio, sacrificio y gloria; al precio de más de 50.000 bajas, entre muertos y heridos. Aquella Legión ha sabido adaptarse a la exigencia de los tiempos. En 1990 ingresaba en sus filas la primera mujer, la teniente médico Pilar Frutos. En 1993 inició sus tareas en misiones humanitari­as y demostró que, también aquí, obtendría los mayores reconocimi­entos.

Aquellos legionario­s de la primera hora y los de hoy, comprometi­dos a dar su vida por otros, tienen en común con Cristo, algo esencial. ¿Extraña pues que vean en el Cristo de la Buena Muerte a uno de ellos? Pronto sería alistado en la Legión, simbólicam­ente, Jesús de Nazaret. «Ya nadie podría decir que esto sólo está ‘formao’ por gentes de mal vivir». Desde entonces todo legionario tiene un compañero que le ayudará a asumir el sufrimient­o y que acudirá en su socorro sin abandonarl­e nunca. Al que puede hablar con confianza, Cristo de la Buena Muerte, caballero legionario, líbrame siempre del miedo y si caigo en el combate acógeme entre tus brazos. Sabe además que en la Legión, a la manera horaciana, non omnia moriar, porque se vive en permanente comunión entre los que cayeron y los que continúan. Así se expresa cada sábado cuando los guiones y banderines rinden honor a los muertos.

Invito a todos a colocar mañana el brazo diestro sobre el pecho y con la mano en el corazón, gritar con fuerza: ¡Viva España! ¡Viva el Rey! ¡Viva la Legión!

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