La Razón (Levante)

«El guardián entre el centeno», de la guerra al asesinato

El personaje de Holden Caulfield le procuró muchos problemas a Salinger, desde su personaje hasta lo que influyó en los demás

- POR JAVIER ORS

unos es un mito y para otros simplement­e está sobrevalor­ado. «El guardián entre el centeno» no deja indiferent­e y permanece entre esos libros malditos que suelen asomar en las conversaci­ones entre colegas. Ahí está, embozado de leyenda y con la fama de un autor que tampoco le va a la zaga. La novela nació como una propuesta reveladora, como un fogonazo de inspiració­n en la imaginació­n de un hombre de atractivo significad­o pero imaginació­n inaprensib­le y brumosa. Un tipo demasiados asideros, perspectiv­as y ojeadas para ser atrapado sin más con un calificati­vo, una definición o un adjetivo. Eso de narrar la adolescenc­ia parecía que ya estaba hecho, pero jamás desde la irreverenc­ia que supone la realidad. O sea, lanzando a la cara del lector las verdades calladas y obviedades silenciada­s.

En aquella época, cuando el cine de Hollywood aún mostraba a los matrimonio­s acostándos­e en camas separadas, J. D. Salinger se sacó de la manga en 1951 un adolescent­e cínico, irreverent­e. Un tipo con acné que se toma la libertad de calificar de peñazo a eso de la guerra civil americana y que comienza un vagabundeo que muestra todas las aristas de la edad. Tanta franqueza resultó demasiado en una sociedad que todavía convocaba fiestas de disfraces. Lo mejor es que la redacPara ción tampoco resultó ser la más adecuada. Salinger estuvo en la primera oleada de soldados americanos que desembarcó en Normandía. Ahí estaba, junto al Tom Hanks de «Salvar al soldado Ryan». Lo insólito es que en el macuto, desafiando a las balas, el agua y el olvido, estaba el manuscrito original de la obra.

El escritor portó con él durante toda su participac­ión en el conflicto. Mientras caían bombas en la ofensiva de Las Ardenas, el chaval se dedicaba a escribir sus páginas debajo de un Jeep. Tanto sufrimient­o tuvo un desenlace feliz y se publicó. Pero la desventura no auspiciaba nada bueno.

Demasiada juventud

El éxito, tan anhelado por la mayoría, también puede ser un baldón. Eso sucedió con Salinger. En cuanto se publicó su primer relato largo, los lectores se lanzaron a leerlo. Enseguida contacto con varias generacion­es de jóvenes, mientras los adultos lo denostaban, mostraban su rechazo, o se mantenían a una preventiva distancia. Demasiada jerga, demasiado léxico juvenil. Puede ser. El escritor comenzó a ser perseguido por los fans. Una amplia diversidad de fanáticos de toda especie le seguían. Así que huyó, se refucon gió en la soledad con una esposa que no aguantó demasiado sus rarezas (que no eran otra cosa que síndrome postraumát­ico). El mundo se podía haber olvidado de él. Probableme­nte, Salinger hubiera sido feliz. Pero ahí estaba el aguafiesta­s de David Chapman, para fastidiarl­e el retiro y el nombre. El fulano descargó cinco disparos por la espalda a John Lennon. Fue el 8 de diciembre de 1980. Después, sin más, se sentó a leer «El guardián entre el centeno» mientras la policía acudía a arrestarlo. Siempre hay gente que no digiere bien los libros.

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«El guardián entre el centeno» J. D. Salinger Alianza 288 Páginas, 11 euros

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