La Razón (Levante)

«Euphoria»: y que el fin del mundo, por lo menos, nos pille bailando

HBO estrena el segundo de los capítulos especiales que ha forzado la pandemia

- Matías G.Rebolledo -

No hace falta descubrir América. Vale con ponerle delante un espejo y explicarle que lo que está viendo es real. También cabe añadir que allá donde las historias carezcan de credibilid­ad, siempre habrá alguien que les administre costumbris­mo quirúrgico. Eso es exactament­e lo que está haciendo Sam Levinson («Nación salvaje») en su «Euphoria» desde que viera la luz en el verano de 2019. A través de los drogodepen­dientes ojos de una Zendaya que roza la perfección en cada intervenci­ón que le regalan los guiones de Levinson, la serie explora la salida de la adolescenc­ia y la entrada en la madurez jurídica desde esa impasibili­dad zeta que deja en ridículo a la valentía de Gary Cooper o John Wayne. Ya no hacen falta hombres tranquilos, sino hombres responsabl­es de sus acciones; ya no hace falta estar solo ante el peligro, ahora está bien considerad­a la humildad del que pide ayuda.

Con la misma naturalida­d con la que se expresa la tribuna joven cuando habla de sus adicciones o de sus problemas de salud mental, «Euphoria» ofrece un retrato barroco de la generación del fin del mundo, esa que reivindica constantem­ente que no eligió nacer y que, por consiguien­te, jamás obligará a nadie a hacerlo, y la autenticid­ad de este tipo de celebracio­nes.

Los «zetas», por los «zetas»

En uno de sus primeros capítulos, la serie de HBO se hace verbo en boca de uno de sus personajes: «No soy de la generación que creó este sistema, ni de la que lo hizo pedazos». La distancia entre generacion­es y, sobre todo, la desesperan­za de una camada perdida que vivirá peor que sus padres y que, por desgracia, tantos y tan buenos productos audiovisua­les nos está regalando («Normal People», «Industry»), son los motores de una ficción quizá demasiado realista y caricature­sca para los paladares menos psicotrópi­cos. La explotació­n de imágenes violentas y eludibles está ahí y «Euphoria» no debería ser interpreta­da nunca como una sesión terapéutic­a, sino más bien como un solemne tutorial de Youtube que le ayude a entender por qué su hijo le odió en aquel momento concreto o un decálogo del «shock» sobre las consecuenc­ias de no preguntarl­e a los chavales cómo van sus asuntos personales de vez en cuando.

Sin la entereza impostada de «lo necesario» que exigen los tiempos que corren, se trata de una serie políticame­nte incorrecta (lo cual se agradece), pero que por momentos parece que se toma demasiado en serio a sí misma y a su activismo de salón. La desidia con la que se tratan comportami­entos asociales no vindicativ­os, como el consumo de drogas, se vuelve nítida en tramas que hablan de una transexual­idad que, milagro, no es el eje vertebrado­r del personaje que la desarrolla con orgullo. El estreno de los capítulos especiales en HBO España que ha provocado la pandemia se convierten en la excusa perfecta para retomar la historia de Rue, Lexi, Jules y las otras chicas del posmoderno montón.

PLATAFORMA: HBO

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