Cuando Buñuel nos confinó a todos en «El ángel exterminador»

Existe un matiz en el tono con el que Nuria Giménez, la directora del íntimo documental «My Mexican Bretzel», cuando se refiere a los clásicos, que tiene mucho de prudencia y de admiración reverencial. «No he estudiado cine ni me considero cineasta», reconoce la catalana haciendo uso de esa singular modestia. «Cuando escucho a gente como Isaki Lacuesta o Andrés Duque hablar de cine me quedo realmente embobada porque me parece algo muy inspirador». inspirador». Sin embargo, la que se convirtió en la gran revelación de la pasada edición del D’A Film Festival de Barcelona confiesa entre risas y sobrada pasión una de sus grandes debilidades: «El ángel exterminador». Asegura que esta joya estrenada por el maestro de Calanda en 1962 «me vuelve loca». «Me encanta y además me marcó muchísimo. No recuerdo bien cuándo la vi por primera vez, pero dejó un poso implacable en mí. Me atrapó de principio a fin. Ocurre algo único con ella y es que tiene algo de juego con el espectador que me gusta mucho. Los huecos que muchas veces deja a la libre interpretación, que la narración se circunscriba a la fiesta. En conjunto, todos esos elementos la convierten en una auténtica obra maestra», comenta. El surrealismo que impregna gran parte del filme y esa alegoría tan propiamente buñueliana sobre la fragilidad de la lucha de clases, confieren a «El ángel exterminador» cualidad de atemporal. «Creo que es una de esas películas que no es importante revisarla ahora, sino siempre, en todos los tiempos posibles. La lectura que se haría en este momento sería probablemente interesantísima, pero habla, en esencia, de la naturaleza humana, y eso la convierte de forma directa en atemporal», señala antes de concluir que «Buñuel trabajó con una libertad absoluta, una búsqueda constante y también una experimentación admirable».

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«El director trabajó con mucha libertad, una búsqueda constante y una experimentación admirable», indica Nuria Giménez