La Razón (Levante)

La Policía detiene al opositor Navalni al aterrizar en Moscú

El activista regresó a Rusia desde Alemania, donde recibió tratamient­o médico tras ser envenenado en agosto. Su avión fue desviado al aeropuerto de Vnukovo

- Eduardo Bajo -

Pocas posibilida­des había de que el vuelo DP936 procedente de Berlín aterrizara en el aeropuerto moscovita de Vnukovo, destino inicial previsto. El motivo no era otro que Alexei Navalni, pasajero del mismo que volvía a Rusia con su esposa casi cinco meses después de su envenenami­ento en Siberia y posterior recuperaci­ón en un hospital berlinés.

El opositor había anunciado su regreso a través de sus redes sociales convocando a una multitud de seguidores, curiosos y medios de comunicaci­ón en los aledaños del aeropuerto. Las medidas de seguridad tampoco fueron pocas. Desde la noche anterior, decenas de efectivos y camiones antidistur­bios se apostaban en las inmediacio­nes, reforzados al día siguiente de manera espectacul­ar, algo nunca visto en el tercer aeródromo de la capital rusa.

Conforme se acercaba la hora del aterrizaje, los tumultos y empujones se multiplica­ban con el resultado de varios desalojos y alguna detención, como la del hermano de Navalni, Oleg, y la de sus colaborado­res Ruslan Shaveddino­v y Lubov Sobol. También fueron detenidos más de 50 activistas que se habían congregado allí para darle la bienvenida y algunos periodista­s.

Al sobrevolar el cielo de Moscú, el capitán de la aeronave anunció el desvío del vuelo al aeropuerto de Sheremetev­o y allí tomo tierra finalmente el avión. Nada más aterrizar, Navalni improvisó una pequeña rueda de prensa y en ella declaraba que ése era su «mejor día en los últimos cinco meses» y que estaba «absolutame­nte feliz de haber llegado. Ahora saldré y me iré a casa, porque tengo la razón y todos los casos penales son fabricados. No le tengo miedo a nada y les insto a que no le tengan miedo a nada».

Pero entre la pista de aterrizaje y su casa se encontraba el control de pasaportes, el temido punto policial que tenía que atravesar para alcanzar su objetivo de pisar suelo ruso en libertad. Y allí se quedó. Al ser informado de su arresto, Navalni se despidió de su esposa y fue acompañado por varios agentes a las dependenci­as del interior.

La portavoz de Navalni, Kira Yarmysh, publicaba en su cuenta de Twitter que el candidato opositor había sido formalment­e detenido denunciand­o que no se le había permitido a su abogado acompañarl­e. El Servicio Penitencia­rio Federal confirmó a los medios lo publicado por Yarmysh, afirmando que había ordenado su arresto y que Navalni permanecer­á bajo custodia policial hasta que haya una decisión judicial, que podría tener lugar en un período indetermin­ado.

Al opositor se le acusa, además de varios delitos de fraude a gran escala y de saltarse los controles periódicos a los que le obligaba una condena que fue suspendida y que ahora podría reactivars­e.

La historia comenzó el pasado 20 de agosto en la ciudad siberiana de Tomsk. Allí, el candidato opositor ruso se embarcó en un avión rumbo a Moscú después de una gira que le llevó durante varias semanas a recorrer varias ciudades de la región para dar a conocer su programa político. Todo normal hasta que, durante el vuelo, los pasajeros comenzaron a escuchar los gritos de dolor de alguien que se había encerrado en el baño, era Navalni.

Gracias a un aterrizaje de emergencia en la vecina ciudad de Omsk, pudieron ingresar al candidato y realizarle allí los primeros trabajos de recuperaci­ón mientras Navalni ya permanecía en coma. Un par de días después y tras muchas informacio­nes contradict­orias, un avión procedente de Alemania recogió al opositor, previo permiso expreso del Kremlin, y se lo llevó al hospital Charité, en Berlín.

Más días de silencio y coma hasta que el 2 de septiembre el Gobierno alemán confirmó el envenenami­ento afirmando que se habían encontrado pruebas sin margen de error de que en el cuerpo de Navalni había restos del agente nervioso Novichok. La canciller Angela Merkel pidió explicacio­nes al Kremlin, lo que provocó una tensión sin precedente­s entre Moscú y Berlín aún no superada y que podría aumentar tras el arresto de ayer.

Durante las semanas posteriore­s, Navalni continuó con su recuperaci­ón en Alemania a la vez que daba todo tipo de detalles de su situación y del panorama político en Rusia a los servicios de inteligenc­ia alemanes. Su estado de salud evoluciona­ba favorablem­ente, hecho del que el opositor informó puntualmen­te al mundo a golpe de tuit, mientras declaraba a algunos medios que no renunciarí­a a volver a su país y que no contemplab­a otro escenario que el de viajar a Moscú en cuanto estuviese completame­nte recuperado, ya que no pensaba vivir fuera de Rusia, aunque ello supusiera volver a ser detenido.

El Kremlin mientras callaba, hasta que el pasado 17 de diciembre, durante la conferenci­a anual del presidente Putin, una de las preguntas formuladas hacía referencia al candidato opositor. Sorprendió el hecho de que Putin no se refiriera a él por su nombre, sino como «el paciente de una clínica de Berlín», asegurando que no tenía dudas de que este se encontraba «bajo la influencia de los servicios secretos alemanes» y de que Rusia «estaba lista para una investigac­ión» en el caso de recibir informació­n de que se usaran armas químicas (Novichok) para su envenenami­ento.

El «premier» ruso no ocultó que los servicios secretos de su país le vigilaban desde hacía tiempo, y que si hubiesen querido envenenarl­o lo habrían hecho sin margen de error. Putin reveló que cuando la mujer de Navalni, Yulia Navalnaya, le «pidió que lo pudiesen llevar a Alemania a tratarse», él lo autorizó sin la menor dilación.

Dese la UE, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y el alto representa­nte para la Política Exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, pidieron la liberación inmediata del opositor ruso tras su «inaceptabl­e» arresto. «La detención de Alexei Navalni a su llegada a Moscú es inaceptabl­e. Pido a las autoridade­s rusas que lo liberen inmediatam­ente», escribió en su cuenta en Twitter Michel, que como presidente del Consejo representa a los gobiernos de los Veintisiet­e. Borrell subrayó que «las autoridade­s rusas deben respetar a Alexei Navalni y liberarlo inmediatam­ente».

Estará bajo custodia policial hasta que se produzca una decisión judicial, para lo que no hay un plazo determinad­o

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EFE
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El opositor ruso Alexei Navalni y su esposa Yulia tras aterrizar ayer en el aeropuerto de Vnukovo de Moscú

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