PAISAJE DESPUÉS DE FILOMENA
LosLos ojos, las imágenes, los álbumes de estos días enfocan la gran urbe blanqueada. En la retina se nos graban los iconos de la capital del reino abrazados a la nieve y al hielo. Las calles amanecen convertidas en un monumento a Filomena y anochecen como un tributo a la vida ártica y a la hipotermia. De paso las calefacciones atormentadas por turnos interminables maltratan la caligislatura.Simancasexpidecarnés dad del aire madrileño y de paso inoculan una nueva restricción, en este caso la de la velocidad. Con todos los ojos puestos en la ciudad, la panoramica es parcial. Extramuros del asfalto, también hay vida. El campo existe, en todas direcciones y puntos cardinales. Allí también Filomena ha okupado pastos y montañas, pueblos grandes y pequeños, caminos rurales, senderos, toda clase de explotaciones. Como en las urbes, el temporal no ha sido amistoso ni ha dado tregua y su paso, más que huella, ha legado estragos a economías no demasiado boyantes boyantes y muchas francamente necesitadas tras el embate de la pandemia y la crisis económica. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha anunciado que su Gobierno va a destinar 16 millones de euros en ayudas a los agricultores y ganaderos para afrontar las pérdidas. Falta van a hacer. Y sí, la vida se abre camino, especialmente la de animales como los de la vista aérea que ilustra estas líneas captada próxima al embalse de El Pardo, que buscan un acceso a su ración diaria de pasto. El instinto de supervivencia es un instrumento extraordinario, como la herencia genética y el hábito que los conduce por el sendero correcto. Ese que debemos tomar para minimizar la catástrofe.