Biden: ante el reto de unir América
El presidente Biden reivindica la democracia en EE UU y pide a los americanos «un nuevo comienzo» El discurso previsible y clásico del demócrata logra el aplauso de los líderes republicanos Jura el cargo ante un despliegue sin precedentes de seguridad t
Discurso El presidente apela a defender la democracia y pide un «nuevo comienzo» entre el aplauso republicano No «America first» El demócrata firma diecisiete órdenes con la pandemia y la inmigración como prioridades Trump: «Volveré» Abandona la Casa Blanca y promete a sus seguidores «regresar» pese al «impeachment»
Fue como si los últimos cuatro años no hubieran tenido lugar. Joseph Biden Jr., un político convencional, un senador forjado en Washington D.C., vicepresidente con Barack Obama, juró la presidencia con su sobriedad característica. El segundo presidente de religión católica de la historia de EE UU tras John Fitzgerald Kennedy. Biden representa el triunfo de la normalidad, las convenciones institucionales y el respeto a las tradiciones después de cuatro años en continuo sobresalto.
Lady Gaga entonó el himno americano y Jennifer López interpretó «This hard land», el fogonazo folk de Woody Guthrie. La senadora Amy Klochubar ejerció de maestra de ceremonias mientras los invitados intentaban no congelarse. Delante del podio ondeaban 150.000 banderas, plantadas a los pies del Capitolio para representar a todos los ciudadanos que no pudieron asistir a la inauguración. La pandemia había transformado la ceremonia en una de las insípidas de la era moderna. Pero, de nuevo, el tedio podría interpretarse como señal de que orillas del Potomac cae el crepúsculo sobre la era de la política espectáculo y los discursos apocalípticos. Poco después juraron sus cargos tanto Kamala Harris como el propio Biden, que estrenó el podio de la ceremonia de inauguración adelantando que «éste es el día de América, éste es el día de la democracia». Sus primeras palabras como presidente fueron digeridas a la nación, asegurando que «la democracia ha prevalecido» al recordar el violento ataque al Capitolio del 6 de enero. «Éste es el día de la democracia», dijo. «Un día de historia y esperanza, de renovación y determinación. EE UU ha sido probado nuevamente. EE UU se
La presencia de Obama, Clinton y Bush simbolizó los intereses del país por encima de los personales a diferencia de Trump
ha enfrentado al desafío. Hoy celebramos el triunfo, no de un candidato, sino de una causa, la causa de la democracia. La voluntad de la gente ha sido escuchada».
«Hemos aprendido de nuevo que la democracia es preciosa», añadió, «La democracia es frágil. Y a esta hora, amigos míos, ha prevalecido». En su opinión, el ataque contra el Capitolio «ha hecho unirnos todos a una, como nación». «Empecemos de cero. Seamos los EE UU de América», pidió a un público entregado.
La primera dama, Jill Biden, lo miraba desde su posición, entre emocionada y orgullosa de su marido. Ambos saben lo mucho que les ha costado llegar hasta aquí. Varias candidaturas presidenciales fallidas, dos mandatos de ocho años al lado de Obama, múltiples desafíos políticos y muchas tragedias familiares. Unos minutos antes, tras el juramento, la familia Biden se había abrazado entre felicitaciones, dejando escapar la pareja presidencial, un ligero beso en los labios.
«Seré el presidente de todos los estadounidenses», anunció entusiasmado Biden, que lleva meses repitiendo un mensaje de lealtad a los fundamentos de la República y unidad por encima de las filias personales, las banderías políticas y los enconos ideológicos. El demócrata aspira a ser el presidente de aquellos que le han votado y el de los que no le han votado también. «Nos vamos a necesitar unos a otros». Prometió, además, «defender la Constitución, la democracia y América» escribiendo una «historia de esperanza, no de miedo», en alusión a su predecesor, Donald Trump, que rompió con la tradición y no acudió al acto. Desde luego fue atroz el contraste con el discurso de Trump en 2016, cuando describió el legado de los anteriores presidentes con palabras desoladoras. Habló entonces de ciudades destruidas por el crimen y barrios aplastados por la globalización. Denunció a unas empresas vendidas a las facilidades fiscales de países enemigos, mientras la nación era saqueada por las élites de Washington. Más que un discurso de aceptación lo suyo fue un mitin, una arenga.
Biden aspira a dar un giro político radical, de 180 grados, a la Casa Blanca. Su prioridad absoluta será enfrentarse a los devastadores efectos de la pandemia de cara, con los ojos abiertos. El uso de la mascarilla será, desde hoy, obligatorio durante al menos sus primeros cien días de mandato. «Superaremos esta pandemia como nación, juntos. Saldremos adelante juntos», enfatizó. También quiso lanzar al mundo un mensaje, a sabiendas de que todos «están mirando al país» expectantes. «Tengo un mensaje para ellos», dijo. «Restauraremos nuestras alianzas y afrontaremos juntos los desafíos».
La presencia de los ex presidentes Barack Obama, Bill Clinton y George W. Bush fue muy significativa. Su unión en ese momento histórico simbolizó los intereses del país por encima de cualquier partido o persona. Acompañado por el presidente del Supremo, John Roberts, los líderes del Congreso y el Senado, Nancy Pelosi, Chuck Schumer y Mitch McConnell, el ex vicepresidente Mike Pence y Harris, Biden alabó los valores de la unión y combinó la emoción con la retórica de la vieja política.
Citó a Lincoln y a San Agustín y subrayó que «hoy toda mi alma está puesta en unir EE UU, unir a nuestro pueblo, unir a nuestra nación. Y pido a todos los estadounidenses que se unan a mí en esta causa. Uniéndonos para luchar contra los enemigos que enfrentamos, contra la ira, el resentimiento y el odio, el extremismo, la anarquía, la violencia, las enfermedades, el desempleo y la desesperanza. Con unidad, podemos hacer grandes cosas».