LA VIDA SIGUE IGUAL
VivimosVivimos en una sociedad de vértigo. La inmediatez lo es todo. Galopamos a lomos de un tiempo que acaba antes de empezar. El reloj no transita segundo a segundo, porque el presente se fuga en este mundo en el que la quietud no comparece. Lo que hoy es trascendente mañana es relativo y al otro, un recuerdo en la estantería de la amnesia comunitaria. Ya nadie retiene las imágenes del muelle de Arguineguín, copado por miles de inmigrantes, en condiciones poco respetuosas con los derechos humanos, desatendidos por un gobierno que reaccionó a remolque cuando las fotografías y el escándalo salpicó más de la cuenta. Visitaron Canarias a vista de pájaro y alguno se fue luego al hotelazo de turno a solazarse. Llegaron los militares, los campamentos, los vuelos fantasma y el desahucio en el embarcadero. Se convirtieron en actores de un relato mil veces contado y otras tantas extraviado. El coronavirus y Filomena robaron los primeros planos y saciaron el voraz apetito de este mundo desenfrenado. No reparamos en que todos los días de todos los meses de un año tras otro son Filomena en el Mediterráneo, aunque no solo. El temporal no amaina, por mucho que los ojos miren sin ver. Estamos diseñados únicamente para digerir tragedias en pequeñas dosis. Pero la vida sigue igual, y los cayucos forman un tiovivo con pasajeros que juegan a la ruleta rusa sin saberlo. Como las cuatro pateras que llegaron a las costas de Canarias o fueron rescatadas en las aguas de su entorno solo durante el día de ayer con 204 personas a bordo, entre ellos 26 menores de edad. Hombres, mujeres y niños arribaron a Arguineguín (en la imagen). Alcanzaron buen puerto y burlaron a la muerte, pero su historia no llegará viva a mañana.