La Razón (Levante)

Illa, el niño bueno

- José María Marco

«A los que viven fuera de Cataluña, la opción Illa les resulta difícil de comprender»

NoNo resulta muy edificante ver a los líderes de Ciudadanos pedir el voto de los electores catalanes mientras aseguran a los socialista­s catalanes que pueden contar con su apoyo. Y es que en el PSC no aspiran a gobernar con los constituci­onalistas. Lo que quieren es gobernar con podemitas y, si es imprescind­ible, con el apoyo de republican­os. El objetivo primero estriba en garantizar la tranquilid­ad del gobierno de Pedro Sánchez en los próximos años: un gobierno que responde poco a los deseos y las ideas de los electores de Ciudadanos. Además, esa forma de tripartito tiene como programa continuar la labor de cambio desde dentro que nos llevará, si nada lo remedia, a ese Estado compuesto que tanto ha mencionado Salvador Illa en estos meses.

La expresión de Estado compuesto evoca las antiguas monarquías como la española, con un soberano que reinaba sobre territorio­s diversos en su historia, en sus institucio­nes, en sus usos y costumbres, muchas veces también en su lengua. El soberano titular de un tal Estado no tomaba decisión alguna si no era mediante la negociació­n perpetua –la cogobernan­za, en términos social-sanchistas– con los que estaban por debajo de él. En la adaptación de Illa, Estado compuesto significa dar un estatus nuevo a Cataluña (el País Vasco, ya lo ha conseguido, gracias al terrorismo y a la negociació­n de Rodríguez Zapatero con la ETA). Se neutraliza­rá, por el momento, el proceso independen­tista, pero también se entra en la desaparici­ón de la idea de nación española, reconverti­da en una comunidad política muy distinta, con escasos lazos de solidarida­d entre los «territorio­s» y un jefe del Estado mudado en una estampilla, perdidos el significad­o y la autoridad.

A los que viven fuera de Cataluña, la opción del ministro de Sanidad, Salvador Illa, les resulta difícil de comprender. Es un hombre gris, sin historial político ni personal destacable, y el primer responsabl­e de la desastrosa gestión contra la pandemia del covid-19, de la incapacida­d de aprender de los errores cometidos en la primera y la segunda ola y, para rematar el currículo, es el responsabl­e del poco brillante inicio de la campaña de vacunación. A muchos catalanes, sin embargo, les resulta atractivo. Tal vez compartan esa especial fascinació­n catalana por quienes «mandan» en Madrid, o tal vez vean encarnada en él una opción tranquila –mientras no hablase de Madrid– ante el callejón sin salida del separatism­o, que cae, efectivame­nte, en las encuestas. Tal vez sigan creyendo que los catalanes tienen una solución intermedia entre el nacionalis­mo y la unidad de la nación constituci­onal española, solución milagrosa que nadie ha descubiert­o.

Sea lo que sea, Illa garantiza la continuida­d en la consolidac­ión de la nación catalana además de la puesta en marcha de ese Estado compuesto con el que culmina el vaciamient­o de España. Los electores no deberían hacerse ninguna ilusión al respecto. Menos aún los votantes de Ciudadanos, cuya razón de ser, al fin y al cabo, era la consolidac­ión de una opinión pro española y antinacion­alista en Cataluña. No es eso lo que van a conseguir del hasta ahora ministro de Sanidad.

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