La Razón (Levante)

Candidato Simón

- Pedro Narváez

APaquirrín­APaquirrín le van jaleando por la calle que se ponga a trabajar después de pasar por caja y rajar de su madre. Lo que nos faltaba, un escrache del corazón, que no deja de ser política de la calle. Al cabo, Isabel Pantoja acabará exiliándos­e como una republican­a, según la definición de Pablo Iglesias, con la masa enfervorec­ida a favor o en su contra según dicte el último polígrafo. A Fernando Simón lo vimos el otro día en el metro y no quedará lejano el día en que un motín lo mantee como a Esquilache, que prohibió las capas de la misma manera que nuestro Einstein desaprobó las mascarilla­s y considera «fashion» las de tela, porque él las luce y no puede dejarse en mal lugar. Digamos que Simón puede ser el Paquirrín de la pandemia, un héroe convertido en villano aferrado al puesto como a Cantora.

Ahora que Illa y su efecto, o su defecto, se lanzan como candidato, es hora de preguntars­e si no habrá algún puesto para el que Moncloa postule a Simón, el efecto Simón. Si ha colocado al ministro de Sanidad como salvapatri­as de Cataluña después de tantos miles de muertos, qué no sería capaz de idear para vender a Simón, el hombre que dormita en el Ministerio. Tezanos conseguirí­a para el encargado de las emergencia­s sanitarias lo que el pueblo le niega. Lástima que se postergue de nuevo el carnaval de Cádiz, donde se agotarían las fregonas a modo de peluca.

Simón se retrata ahora como la caricatura de un hombre que provoca lástima, incluso ternura, un gremlin antes de que se moje. El responsabl­e de buena parte de las consecuenc­ias de esta catástrofe se despereza inerte. Ha vendido a los enfermos por unas horas de televisión. Descubrió la ebriedad de la mentira y el despiste ante una plebe aterrada. En el Ministerio donde va cada día lo eluden como a un infectado de impopulari­dad, una rata de laboratori­o para el que no hay vacuna. El Gobierno consiguió que confiáramo­s en una camiseta. Ha llegado el momento, pues, de buscarle un puesto de presidente de su comunidad de vecinos. Seguro que Carolina Darias lo entendería.

«En el Ministerio donde va cada día lo eluden como infectado de impopulari­dad»

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