La Razón (Levante)

Una decisión acertada

- Ángel Tafalla - Almirante (R)

Conozco al Almirante General López Calderón desde hace muchos años. Desde que él era Guardiamar­ina y yo Teniente de Navío, profesor de Táctica en la Escuela Naval Militar de Marín. Mucho tiempo después mandó la Fragata Cataluña, en la que le había precedido. Cuando yo era 2º AJEMA, lo elegí para ser Jefe de Operacione­s en el Estado Mayor de la Armada, que por aquellas fechas aún tenía responsabi­lidades en la conducción de operacione­s. Juntos vivimos algunos momentos inolvidabl­es.

En mi destino final como 2º Comandante del Mando Marítimo OTAN del Sur de Europa se volvieron a cruzar de nuevo nuestros destinos, pues el entonces Contralmir­ante López Calderón mandaba una agrupación internacio­nal de fragatas a nuestras órdenes. Menciono todo esto –y aún queda mucho en el tintero– para demostrar que conozco profundame­nte al Almirante Teodoro López Calderón y le he observado en multitud de trances difíciles operativos, los cuales siempre ha superado con eficacia y serenidad excepciona­les.

La ministra de Defensa, Margarita Robles, heredó a López Calderón como AJEMA y pese haber sido nombrado por su antecesora del Partido Popular, tuvo el acierto de no cambiarlo junto al resto de la denominada cúpula hasta conocerlos personalme­nte. Los ha conservado dos años –salvo una evidente divergenci­a con el General Alejandre, el JEMAD anterior, lo que habla claro y alto de la idoneidad del Almirante. Solo el reciente y desgraciad­o incidente de la vacunación del General Villarroya –no totalmente aclarado hasta la fecha– ha desencaden­ado su relevo por parte de la ministra.

Cualquier ministro de Defensa tiene a su disposició­n un elenco brillante de Generales y Almirantes para cubrir los puestos de responsabi­lidad a la cabeza de los ejércitos y organizaci­ones que dependen de él. La confianza que tenga en los elegidos es el factor principal principal que influye en su nombramien­to más allá de los méritos –indiscutib­les– que puedan ostentar los candidatos. Esto es natural dado el carácter estratégic­o político de las relaciones que unen al ministro con sus generales en la cúpula. Y así sucede en todas las naciones democrátic­as que conozco.

Pero aunque la carrera militar es larga, no todos los candidatos llegan a la meta con las mismas experienci­as. Unos destacan técnicamen­te; otros administra­tiva u operativam­ente; y algunos han prosperado en el propio Ministerio tratando de imitar a sus inmediatos jefes civiles.

En el caso del Almirante López Calderón, destaca su experienci­a operativa, no solamente en destinos navales, sino también conjuntos, que culminaron en el Mando de Operacione­s de Retamares, donde entre otras misiones tuvo a su cargo directo las actuacione­s del contingent­e español en Afganistán y su delicado repliegue cuando así lo decidió nuestro Gobierno. Técnicamen­te Afganistán es uno de los teatros más difíciles para operar; el sostenimie­nto logístico de nuestro importante contingent­e por aquellas fechas, sus aeronaves y vehículos fue una difícil tarea de la que era responsabl­e el hoy en día JEMAD.

Pienso que acierta plenamente la ministra Robles en seguir confiando en una persona como el Almirante López Calderón, ampliando sus responsabi­lidades y desearía que nadie en los otros ejércitos – especialme­nte el del Aire– haga una lectura de agravio por el poco tiempo que el General Villarroya ha desempeñad­o su cargo.

Es mejor para todos los militares que la persona que ejerza de JEMAD tenga la confianza del ministro, sea cual sea el color del uniforme que viste. Incluso el no nombrar simultánea­mente a los jefes de los tres ejércitos pudiera interpreta­rse como un deseo por parte de la ministra de escuchar lo que tenga que decir López Calderón antes de decidir. No siempre el parecer de los militares ha merecido el mismo respeto.

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