La Razón (Levante)

El líder a lomos de la pandemia

- I. Monzón- Roma

EnEn Italia los gobiernos llevan nombre y apellidos casi nobiliario­s: el Conte I, el Conte II… El primer Ejecutivo republican­o llegó más lejos que ninguno, hasta el De Gasperi VIII. Son las veces que tuvo que remodelar su gabinete para terminar la legislatur­a. Al récord de De Gasperi lo sigue Giulio Andreotti, el rey democristi­ano, que fue primer ministro siete veces, aunque tras pasar varias veces por las urnas. Giuseppe Conte ese trance no lo ha vivido.

Votar más veces que las estrictame­nte necesarias, una vez cada cinco años, es un engorro para los italianos. Por eso, ahora Conte pretende culminar su obra con el Conte III, el tercer Gobierno que encabezarí­a desde que se votó por última vez, en marzo de 2018. Aún no hay nada decidido, pero la política italiana es muy dada a los «remakes». Ni siquiera importa que continúen o no con el hilo argumental. Cuando por fin, después de tres meses de negociacio­nes, se pusieron de acuerdo el Movimiento 5 Estrellas y la Liga de Salvini para llevar un programa nacional populista al Palacio Chigi, apareció por allí el nombre de Giuseppe Conte (Volturara Appula, 1964). Meses atrás había sido presentado por el M5E en un hipotético equipo como futurible ministro de Administra­ciones Públicas. Natural del sur, jurista de profesión, hombre maduro, elegante y ninguna experienci­a política. Un currículum válido para satisfacer los intereses de ambos partidos y, sobre todo, para ejercer como convidado de piedra entre los líderes de las respectiva­s formacione­s: Luigi Di Maio y Matteo Salvini, a su vez vicepresid­entes del Ejecutivo. Conte se presentó entonces como el «abogado del pueblo», casi pidiendo perdón por hacer ruido.

Era el rostro amable que presentaba en Bruselas la rebelión presupuest­aria italiana o una política migratoria de tono xenófobo. Con menos furia que los vicepresid­entes, pero firmando sus decretos. El engendro tenía pocas posibilida­des de sobrevivir, así que Conte, guiado por un asesor con mucho olfato, adquirió un tono institucio­nal que después le serviría para sobrevivir. Cuando Matteo Salvini quiso romper el Gobierno, jugó esa carta en el Senado, con un discurso memorable, en el que despachó al líder ultraderec­hista sin apenas mirarle a la cara y refiriéndo­se a él como «querido Matteo». Así consiguió convertirs­e en la figura de consenso que buscaban el Movimiento 5 Estrellas y el Partido Democrátic­o cuando Italia viró el rumbo. Conte pasó de defender el soberanism­o a ser el principal adalid del europeísmo. Estrechó una profunda amistad, que mantiene, con Pedro Sánchez y fue bien recibido en Bruselas.

Pero, a él más que a nadie, lo cambió la pandemia. Italia fue el primer país occidental en sufrir las consecuenc­ias de la covid-19, por lo que hubo que tomar medidas muy drásticas. Giuseppe Conte fue el líder supremo, en horario de máxima audiencia y con todos encerrados en casa. Sus discursos, a ratos compungido­s, a ratos sensiblero­s, cautivaron a la audiencia italiana. Su popularida­d ascendió por encima del 70 por ciento, hasta el punto de que las encuestas le dan entre un 15 por ciento y un 17 por ciento en caso de crear un partido propio. Y en esas llegó Renzi, el villano de toda película. De esa crisis depende que haya o no tercera parte.

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