«NO DARÍA MUCHO PESO A LAS PREVISIONES ECONÓMICAS»
ElEl Fondo Monetario Internacional es un pájaro de mal agüero para España. Cada pronóstico que publica es un soponcio en la vieja piel de toro. Uno peor que el anterior y así una cadena sin final a la vista. Es desesperante que el crupier crupier nos reparta tantas manos tristes y que naipe tras naipe nos empeore la jugada. No olemos un as y nuestros tahures dan para lo que dan. Ni un maldito comodín debajo de la manga. Este gran hermano de la economía mundial nos ha dispuesto bajo otro temporal, una Filomena de esas que no se despejan en una semana, la ciclogénesis convertida en maldición. El FMI habla de que sube la previsión de crecimiento a nivel global y que, sin embargo, España cotiza a la baja. Estima que el PIB español se hundió un 11,2% el pasado año y que el rebote en 2021 será del 5,9%, lo que supone 1,3 puntos menos que en su anterior publicación. Tampoco es que el FMI esté investido como una suerte de disidente en ese extraño espectro de organismos augures sobre el porvenir de la prosperidad y el bienestar. El consenso de los expertos marca lo que marca, y los números, incluso retorcidos y fabulados por ilusionistas gubernamentales de lo macro y de lo micro, penan un desarreglo pandémico. Y con todo, y pese a todo, siempre hay esperanza. «No daría mucho peso a las previsiones económicas». Son palabras del ministro Escrivá, uno de titulares con más prestigio y cualificación del gabinete, con ese pasado doctrinal en la Airef ya convertido casi en humo. Argumenta que los vaticinios económicos tienen una utilidad «limitada» sobre horizontes largos al estar sometidas a «constantes revisiones». O lo que es igual, no hay mayor desprecio que no hacer aprecio. Solo existe aquello que queramos que exista y el Gobierno disfruta de la comodidad de una realidad en la que las previsiones del FMI tiene el rigor y el cariz de una tira de Mortadelo y Filemón. Al menos, en cuanto insistan en rebatir el discurso feliz y dichoso de esta economía nuestra que va viento en popa sobre una balsa de aceite.