Illa y la ola
El teniente coronel Kilgore no frena su euforia a pesar del bombardeo, las balas enemigas no pueden con su entusiasmo. Hará lo que sea, incluso bombardear con napalm la cercana jungla donde se esconden los malditos amarillos, para que su estrella del surf haga cabriolas en la orilla. «Te mueres de ganas, ¿verdad? ¿Ves cómo rompen la solas, una a la izquierda y otra a la derecha?». Con el Covid en todo lo alto, Salvador Illa puso rumbo a Cataluña y dejó tirados a los españoles, que somos en última instancia a quien se debe un ministro. Ya no hablamos de ética, lo que se nos desprende de la escapada nace de la cosecha de Pedro Sánchez, trilero con experiencia, que mueve la bolita para que nunca sepas dónde está. En este caso, Darias e Iceta hacen de gancho y en pocas horas nadie se acordará de Illa, que llegó a una cartera con tranquilidad y sosiegos garantizados, porque lo duro de tratar con personal y pacientes se lo cargan a las comunidades, hasta que el virus hizo su aparición. Ahora se marcha con los almacenes vacíos, sin vacunas, con el horizonte de la inmunidad de rebaño colocado en 2022. Sánchez es como Kilgore porque tiene una concepción casi mesiánica de su figura como dirigente, no toca el suelo, y su cinismo no le impide pactar con los anticonstitucional is tas ni sentarse con Iglesias en el Gobierno, aunque éste le haga la puñeta cada vez que le salga en gana. Ahora va a por Cataluña, tiene la maquinaria de propaganda lista y a Iceta con sus nueve naciones controlando la política territorial. Illa ya se ha puesto el bañador para deleitar a su mentor y «surfear» por encima de la tercera ola hasta alcanzar la arena catalana. Si esto fuera una película como «Apocalypse Now», en unos minutos saldrían los títulos de créditos, pero la pandemia sigue sumando desastrosos capítulos. Sánchez seguirá su aventura en solitario, fracturando aún más la confianza de los españoles para alimentar su ego. Ya saben, aunque caigan bombas, aunque la ola sea cada vez más grande, «Charlie don’t surf !».