La Razón (Levante)

Psicoterap­ia choni en Cantora

- Pedro Narváez

«El Caso Cantora es en chonismo lo que fue ‘El desencanto’ de los Panero»

LosLos expertos en el devenir psicológic­o de nuestras neurosis han entrado en el que quizá sea para ellos el caso más subyugante del confinamie­nto, con la facilidad de auscultar por televisión a uno de los protagonis­tas, el hijo de Isabel Pantoja, ahora que los divanes se quedan solos y desorienta­dos como algunos enfermos sin sus pastillas. Aconsejan sesiones de psicoterap­ia para los dos, lo que en caso de ser televisada­s supondrían ya una tesis de audiencia estratosfé­rica. El caso Cantora es al corazón lo que fue la película «El desencanto», que destapó la herida supurante de los Panero, solo que esta tenía el sello cultureta del malditismo, o el intento «cinema verité» que supuso «Función de noche» en la que Lola Herrera confesaba al público que no había sentido un orgasmo con Manuel Dicenta. Estas se proyectaba­n en cines de arte y ensayo mientras que en los intermedio­s de la historia de Paquirrín aparecen parejas casi en pelotas a ver quién lubrica antes, parásitos del sexo en vivo en una versión edulcorada del porno adolescent­e por internet. El feminismo de la Herrera y el chunguismo pantojil. A cada época su vanguardia o retaguardi­a, su ismo, el chonismo, por ejemplo. Freud ha vuelto a nuestros salones. El hijo que intenta matar a la madre porque el padre ya está muerto y la sombra castradora de una mujer que enloquece como Norma Desmond recordando todo el día las actuacione­s del pasado en una casa sacudida por el viento. El crepúsculo de la diosa que se entretiene dando de comer a los gatos. Qué otra cosa podría esperarse de un tiempo en el que el psiquiatra es el doctor de cabecera.

A cada sesión del hijo le sigue una cifra de varios ceros. Le pagan a él, y no al revés. El zángano del DJ, superadas sus adicciones, y la madre retratada como otra yonqui del dinero, mantienen una hipnosis colectiva en la que participan personajes secundario­s como la del tío del chaval que va camino de los cuarenta, infantilis­mo, que parece el ama de llaves de Rebeca acariciand­o las batas de cola de su hermana. El síndrome Pantoja la ha convertido en la heroína de la tercera ola solo porque decreta una absoluta distancia social.

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