La Razón (Levante)

JAQUE MATE DE BORRELL A GUAIDÓ

EL JEFE DE LA DIPLOMACIA EUROPEA DEGRADA AL LÍDER OPOSITOR Y TRATA DE FORZAR UNA NEGOCIACIÓ­N CON MADURO QUE EE UU RECHAZA

- POR ROCÍO COLOMER PLATÓN

El 23 de enero de 2019, el entonces presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, fue reconocido por más de 50 países, entre ellos Estados Unidos, Reino Unido y varios países de la Unión Europea, como el «presidente encargado» en Venezuela. España, en una comparecen­cia de Pedro Sánchez, fue el primero de los grandes países europeos en reafirmar a Guaidó como «el presidente encargado» para convocar unas elecciones limpias, libres y transparen­tes. Después se produjo el reconocimi­ento en cascada de otros Estados miembros en una operación coordinada por la UE. La oposición en España afeó a Sánchez la tardanza en reconocer a Guaidó y la pérdida de una oportunida­d de oro para liderar la posición de la comunidad internacio­nal sobre el conflicto venezolano. Estados Unidos se había adelantado. Washington estaba al corriente de la maniobra de la oposición democrátic­a y dio al presidente de la Asamblea Nacional un espaldaraz­o automático.

Legitimida­des

A partir de ese momento se abrió una lucha de legitimida­des entre la presidenci­a encargada de Juan Guaidó y el presidente de facto, Nicolás Maduro. Las divisiones también se hicieron sentir entre los distintos grupos políticos europeos. Podemos o el Movimiento 5 Estrellas, a los que se les acusa de haber recibido financiaci­ón del chavismo en sus orígenes, se negaron a dar un paso al frente. Democristi­anos, socialdemó­cratas y liberales apostaron por explorar la vía Guaidó para salir de la dictadura en Venezuela. Dos años después el reconocimi­ento a Guaidó se tambalea. ¿Qué ha cambiado entre 2019 y 2021? El pasado 5 de enero terminó el mandato de la Asamblea Nacional elegida en 2015 y que había dado la mayoría a los partidos de la oposición. Maduro convocó elecciones el 6 de diciembre para elegir una nueva Asamblea, pero se negó a negociar con la Unión Europea unas garantías democrátic­as. En este momento se abren las primeras grietas. Henrique Capriles, dos veces candidato presidenci­al y ex gobernador de Miranda, pide participar en las elecciones, si se dan las condicione­s, y terminar con «el Gobierno por internet» de Guaidó. Pero la UE fracasa en su intento de negociació­n. «No tiene ningún interés», llegó a filtrar un diplomátic­o de la misión europea en referencia a la cerrazón del dictador. Como consecuenc­ia, EE UU y la UE rechazan el voto. Para evitar un vacío de poder, la Asamblea Nacional de 2015 celebra el pasado 26 de diciembre una votación para extender su mandato hasta la convocator­ia de unas elecciones libres. Desde el 5 de enero de 2020, la Asamblea había sido expulsada del palacio legislativ­o y había tenido que buscar rutas alternativ­as para continuar con su actividad. Era ya un poder simbólico. En esta fase se agravan las fisuras. Esta vez por parte del partido de Acción Democrátic­a decide quedarse al margen. Constituci­onalistas

venezolano­s dudan de la claridad de la jugada. Capriles alerta de que sienta un mal precedente que sirve en bandeja a Maduro la posibilida­d de extender su mandato sin pasar por las urnas. A tenor de la última reunión de los ministros de Exteriores, Josep Borrell parece asumir estos argumentos y rebaja la posición de Guaidó a la de un «actor importante y un interlocut­or privilegia­do», pero se niega a reafirmarl­o como el único legítimo.

El problema de egos

«El problema de la oposición es un problema de egos», me cuenta un venezolano perseguido por el régimen. Reconoce que en estos dos años se han cometido errores. El más llamativo fue el del levantamie­nto cívico-militar frustrado el 29 de abril de 2019. «Estuvimos cerca» de derrocar a Maduro. «El chavismo nos pidió 48 horas» para organizar la salida ordenada del dictador. Pero nuevamente los egos frustraron la operación. Leopoldo López salió del arresto domiciliar­io. Fue junto a Guaidó a la base militar de la Carlota a la espera de una deserción masiva de las Fuerzas Armadas. Pero nada de eso ocurrió. «Esa imagen nos hizo mucho daño». Este testigo privilegia­do admite el momento delicado por el que atraviesa el liderazgo de Guaidó pero recuerda que en estos momentos es la figura que genera un mayor consenso (aunque no sea total) dentro de la amalgama de fuerzas opositoras. Todavía es la cara visible y quien aglutina más apoyo internacio­nal.

Discrepanc­ias entre EE UU-UE

Estados Unidos no se ha movido (de momento). Blinken se ha apropiado ya de la política de Trump en Venezuela (como ha ocurrido con la de China). En su comparecen­cia en el Senado, el designado como jefe de la diplomacia americana reiteró que la Asamblea Nacional de 2015 y por ende el presidente Juan Guaidó son la única institució­n legítima en Venezuela. Rechazó entrar en una negociació­n con Maduro, aunque reconoció que la política adoptada hasta ahora no ha dado los frutos deseados. Blinken se mostró partidario de trabajar con el Partido Republican­o para aplicar sanciones quirúrgica­s contra la cúpula chavista, así como tomar medidas que alivien la profunda crisis humanitari­a.

«Borrell trata de forzar una negociació­n y vende una posición que no es la de los países europeos», me responde un asesor de Guaidó sobre el último Consejo. Desde el equipo opositor recuerdan que el reconocimi­ento al presidente interino surge de los Estados miembros y no de la Unión Europea como institució­n. Eso no ha cambiado en 2021. Asimismo, cada día, cada mes y cada año que pasa el país que otrora fuera el más rico de América Latina se hunde en una espiral de represión, pobreza y hambre. No estamos en una partida de ajedrez en la que te puedes comer una pieza y seguir en el juego, en Venezuela hay que cambiar el tablero.

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