La Razón (Levante)

¿Por qué la infanta Carlota de Borbón se ganó el apodo de «hija de los canallas»?

La separación de su esposo en 1806 la afectó de manera decisiva tanto en su vida privada como pública

- POR JOSÉ MARÍA ZAVALA

Con la infanta Carlota Joaquina de Borbón y Borbón (1775-1830), remachado apellido por si quedase alguna duda, la realidad supera con creces a la ficción. Para empezar, la infanta no era hija de su padre el rey Carlos IV, aunque sí lo fuese de su madre, la reina María Luisa de Parma. No en vano, el confesor de la reina madre, fray Juan de Almaraz, acreditaba en un documento fechado en Roma el 8 de enero de 1819 y autorizado por la misma soberana a revelarlo tras su muerte, el cual exhumé en su día del archivo del Ministerio de Jusmi ticia, que ninguno de sus catorce hijos lo era del rey Carlos IV. Entre ellos, naturalmen­te, figuraba la infanta Carlota Joaquina, quién sabe ya si primogénit­a del favorito Manuel Godoy, príncipe de la Paz, o de cualquier otro de los amantes de la soberana a quien Espronceda llamó sin tapujos «impura prostituta».

Por si fuera poco, el testamento de María Luisa de Parma otorgaba credibilid­ad a la declaració­n de su confesor, pues en su última voluntad la reina excluyó a sus hijos de la sucesión universal de todos sus bienes en beneficio de... ¡Manuel Godoy! El pérfido Fernando VII, hermano de Carlota Joaquina, ocultó el legajo de Almaraz con siete cerrojos e incluso mandó encarcelar a su autor durante más de seis años en una miserable mazmorra del castillo de Peñíscola, en Castellón.

Enajenació­n mental

Pero volvamos a nuestra infanta protagonis­ta. En 1806 sucedió un hecho que afectó de manera decisiva a la vida privada y pública de Carlota Joaquina: la separación de su esposo, motivada por la probable enajenació­n mental de éste, heredada de su madre. Aprovechan­do

la indisposic­ión de su regio marido Juan VI de Portugal, hijo de María I de Braganza y Pedro III, varias personas influyente­s se conjuraron para arrebatarl­e la regencia y cederla a su esposa. De la confabulac­ión formaban parte el conde de Sabugal y el marqués de Ponte Lima. Huelga decir que Carlota Joaquina veía con buenos ojos aquel complot, convirtién­dose en cómplice del mismo, tal y como evidencian dos desconocid­as cartas suyas custodiada­s en el Archivo Histórico Nacional.

La primera, fechada en el palacio de Queluz el 13 de agosto de 1806, iba dirigida a Carlos IV, a quien su hija demandaba incluso la intervenci­ón armada de España para evitar una guerra civil en Portugal: «Señor: Papá mío de

corazón, de mi vida y de mi alma. Voy a los Pies de V. M. en la mayor consternac­ión para decir a V. M. que el Príncipe está cada día peor de cabeza, y que por consecuenc­ia esto va todo perdido [...] Esto se remedia mandando V. M. una intimación de que quiere que yo entre en el despacho [...] La respuesta será con las armas en la mano, para despicar las afrentas y desaires que V. M. sabe que él me está continuame­nte haciendo, y para amparar a sus nietos, ya que no tiene un padre capaz de cuidar de ellos. V. M. me perdona la confianza que tengo, pero es éste el modo de evitar que corra mucha sangre en este reino, porque la Corte quiere ya sacar la espada en mi favor, y también el pueblo». La segunda carta, fechada el mismo día que la anterior, tenía como destinatar­ia a María Luisa de Parma: «Señora: Mamá mía de mi corazón, de mi vida y de mi alma. Voy a los Pies de V. M. llena de la mayor aflicción a decir a V. M. que es llegada la ocasión de que VV. MM. acudan a mí, a mis hijos, y a todo este reino, porque el Príncipe está con la cabeza perdida cuasi del todo; así le pido a V. M. que haga con que Papá dé pronto remedio, por el modo que yo pido, porque es el único modo de hacerse en paz. Yo Mamá mía me refiero a la carta de Papá, porque estoy escribiend­o a toda prisa, por no ser vista. Así le pido a V. M. que tenga compasión y que me eche su bendición, y a los chicos».

La conjura fracasó. Descubiert­os los conspirado­res por el ayuda de cámara del príncipe, Francisco Lobato, todos ellos fueron castigados sin piedad. En cuanto a la infanta, su relación conyugal quedó rota para siempre, de lo cual se lamentaría luego ella misma en una carta al conde de Floridabla­nca. Desde entonces, se la vilipendió y ultrajó hasta el extremo de llamarla en público la «hija de los canallas».

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La infanta Carlota Joaquina de Borbón y Borbón (17751830) no era hija del rey Carlos IV

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