La Razón (Levante)

«Haber superado dos tumores me ha hecho entender que basta con vivir»

Con 26 años a Cintia le salvó la investigac­ión tras diagnostic­arle un cáncer de pulmón metastásic­o y después de recto: «Sin Ciencia no hay futuro», confiesa

- RAQUEL BONILLA

Su rostro irradia la luz propia de una joven de 29 años, rebosante de vida y de ilusiones. El brillo de sus ojos no refleja, sin embargo, el miedo y el dolor que durante su corta vida ya ha tenido que sentir por culpa de una palabra que, habitualme­nte, le toca pronunciar a otro tipo de pacientes. El cáncer no debía haberse cruzado en el camino de Cintia, o al menos no tan pronto, pues a sus 26 años palpó el zarpazo de una enfermedad que deja el alma herida, a pesar de que, por fortuna, Cintia es una «supervivie­nte», como a ella le gusta definirse.

La historia de esta joven periodista es el fiel reflejo de que el cáncer puede «tocarle» a cualquiera, como si de una macabra lotería se tratara. De hecho, Cintia fue diagnostic­ada de cáncer de pulmón en el verano de 2017, a pesar de que era deportista y no había fumado nunca. «La tos que yo achacaba a mi alergia acabó provocándo­me sangrados. Fue la voz de alarma de que algo no iba bien. Y de una inocente consulta pasé a quedarme ingresada», cuenta Cintia, quien recuerda que «le dije al doctor que no podía, que había dejado un montón de cosas pendientes». Pero sus palabras marcaron el punto de inflexión que definió su vida a partir de entonces: «Nada es más urgente que la salud».

Y así fue, pues a los pocos días le confirmaro­n un diagnóstic­o que ni en el peor de sus sueños podría haber imaginado: cáncer de pulmón. «Me quedé en shock, ante eso no sabes cómo reaccionar, pues con esa edad nunca piensas que te pueda ocurrir a ti. De hecho, el médico no había conocido a ningún paciente tan joven con ese tipo de tumor. Es un mazazo difícil de digerir, porque el miedo se adueña de ti, a partes iguales de la rabia y de la sensación de injusticia», confiesa. Pero lo hace sin rencor, pues de poco vale preguntars­e «por qué a mí. Lo que toca es hacerle frente y mirar hacia delante, aunque las fuerzas flaqueen en muchas ocasiones, como cuando cuando descubrier­on que tenía metástasis en la cadera». Sin embargo, la subida al Everest que tuvo que realizar, tal y como ella lo define, resultó ser dura, pero no tanto como imaginó gracias a la ayuda de la Ciencia. «A pesar de tener un cáncer de pulmón en estadio IV, la investigac­ión me ha salvado la vida, porque mi tumor respondía a una mutación específica para la que se estudia un innovador tratamient­o diana, es decir, una terapia dirigida que ataca sólo a las células malignas sin dañar a las sanas. Formar parte de ese ensayo científico, además de una operación para quitarme el lóbulo donde se había instalado sin permiso el tumor, me permitió superar el cáncer, aunque el tratamient­o incluía una pastilla diaria que debía mantener, pues era la que lograba bloquear el tumor. Todo eso me enseñó que lo más urgente es vivir, sin planes a largo plazo», relata emocionada al recordar como «después del terror, regresé al trabajo».

Su actitud, fuerte y optimista, «porqueeral­amaneraden­ohacer sufrir a los de mi alrededor» es la que la llevó a crear en Instagram @bastaconvi­vir, un canto a la vida real, sin dramatismo, pero nada ingenua, intentando ayudar a otros que comienzan la escalada llena de baches. De hecho, permanecer en la cima del Everest, saboreando su éxito, fue más corto de lo esperado, pues en marzo de 2019 a Cintia le diagnostic­aron un cáncer de recto que volvió a dar al traste con sus planes. «Esto no entraba en los esquemas de mis médicos, y tampoco de los míos. Volvió a ser un golpe que me hundió anímicamen­te, pues pensé que ya no tendría fuerzas para superarlo. Y el camino fue más duro que el cáncer de pulmón, pues tuve que congelar mis óvulos, pasé por 23 sesiones de radio, tomé seis pastillas de quimio al día, pasé tres veces por quirófano y tuve que llevar durante cinco meses una ileostomía, que ha sido de las situacione­s más duras por las que he pasado», asegura.

EL MIEDO A LA COVID-19

Sin embargo, fue en marzo de 2020 cuando el destino volvió a ponerle una dura zancadilla y lo hizo en el peor momento, cuando la pandemia de la Covid-19 ya comía todos los recursos de la Sanidad en nuestro país. Entonces, una apendiciti­s no diagnostic­ada provocó una obstrucció­n del intestino «que comenzó a agotarme. Sentí que me moría, apenas me salía la voz, pero la situación ya era muy complicada en el hospital. Recuerdo esos días como una pesadilla, rodeada de pacientes Covid-19 que fallecían solos y médicos angustiado­s». El 11 de marzo operaron a Cintia de urgencia, quien no pudo pasar el postoperat­orio en UCI porque ya no había disponible­s. Por eso, casi con el gotero puesto, un día antes del Estado de Alarma volvió a casa porque era más peligroso quedarse allí. «Debes irte. Estás muy débil y es muy arriesgado que sigas aquí, me dijo mi médico, quien unos días después dio positivo», recuerda.

La historia de Cintia que contamos en la «Ventana del paciente», sección realizada en colaboraci­ón con Novartis, tiene final feliz. Ha logrado escapar de las garras del cáncer no una, sino dos veces. Está limpia y continúa con sus revisiones cada tres meses. Pero eso significa convivir con una espada de Damocles que pesa demasiado y deja cicatrices difíciles de borrar. Por eso desde hace un año recibe ayuda psicológic­a. «Mi vida es lo que pasa entre revisión y revisión, ahora con más miedo incluso por la Covid, por eso la psicóloga me ayuda a gestionar sentimient­os que me invaden, como el miedo, la impacienci­a, la ansiedad de las pruebas hasta saber que todo está bien, la envidia que sin querer sientes de otras personas... Pero eso no frena mis ganas de vivir. Me aferro a los buenos momentos, que los hay, e intento no entrar en el bucle de los pensamient­os negativos. Hay que seguir nadando siempre, pues basta con vivir el momento. Ese es el gran regalo», confiesa.

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