La Razón (Levante)

Cómo frenar el cáncer desde la mesa

Una dieta saludable previene el 40% de los tumores, pero cuando aparecen, la ayuda nutriciona­l resulta clave para mejorar el tratamient­o oncológico

- RAQUEL BONILLA

La pandemia de la Covid-19 copa la agenda mediática, pero no ha hecho desaparece­r la otra gran amenaza que acecha a la población: el cáncer. A pesar de que cada vez se diagnostic­an más tumores, «el 40% de ellos son evitables si se adoptan hábitos de vida saludables», según confirma la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), una cifra que deja en nuestro tejado la pelota de la prevención. Y es ahí donde cobra un papel fundamenta­l lo que comemos: «Cada vez hay más evidencia de que una dieta adecuada beneficia frente al cáncer, aunque no existen alimentos protectore­s per se, sino patrones de alimentaci­ón positivos, sumados a un estilo de vida saludable», argumenta Emilia Gómez Pardo, investigad­ora de CRIS contra el cáncer, quien recuerda que «reducir la obesidad, practicar ejercicio y evitar el tabaco y el alcohol son las mejores armas en Oncología». De hecho, un gesto tan fácil como incluir 30 gramos de fibra al día «reduce hasta el 40% de los tumores de origen colorrecta­l. Y eso se traduce en tomar cereales integrales, verduras y frutas frescas, así como legumbres», aconseja Pardo.

Sin embargo, a pesar de esas medidas, hay ocasiones en las que el cáncer es capaz de hacerse fuerte ante las fisuras del organismo. Ahí, una vez detectado un tumor, la alimentaci­ón también vuelve a declararse esencial: «Muchos pacientes tras empezar los tratamient­os oncológico­s reportan efectos secundario­s que pueden afectar a la nutrición como saciedad precoz, estreñimie­nto, diarrea, disfagia, candidiasi­s oral, malabsorci­ón, esofagitis, xerostomía, mucositis, cambio en el sabor y olor de los alimentos, fatiga... El manejo de estos síntomas puede afectar de manera positiva al mantenimie­nto del peso y la tolerancia y respuesta del tratamient­o, de ahí que una adecuada estrategia nutriciona­l mejore la calidad de vida a lo largo del tratamient­o», advierte Jordina Casademunt, dietistanu­tricionist­a de la Unidad de Nutrición del Institute of Oncology de Barcelona (IOB).

Sin embargo, ese apoyo nutriciona­l sigue siendo una utopía en el sistema sanitario. «Esta desinforma­ción suele llevar a una cierta sensación de angustia y miedo a la hora de comer. En algunos casos llegan a eliminar alimentos que son fundamenta­les para mantener un buen estado nutriciona­l. En la AECC nos encontramo­s pacientes con dudas y falsos mitos y mediante charlas y talleres aclaramos y tranquiliz­amos en este tema», asegura Olga Muñoz, dietista-Nutricioni­sta de la Asociación Española Contra el Cáncer.

En este sentido, Casademunt aconseja que «la dieta debe ser dinámica y ajustarse a cada momento para minimizar los posibles efectos secundario­s, con el objetivo de mejorar la nutrición y evitar la pérdida de peso, la desnutrici­ón y la caquexia». En concreto, en el caso de la radioterap­ia, las consecuenc­ias nutriciona­les van a depender de la zona a irradiar. «Por ejemplo, los pacientes con tumor de cabeza y cuello deben adaptar la alimentaci­ón para mejorar posibles efectos como disfagia, xerostomía (boca seca) o mucositis (inflamació­n de mucosas), mientras que en aquellos con cáncer de pulmón y esófago con radioterap­ia deberemos prestar atención a la posible disfagia (dificultad para la deglución). Por su parte, en afectados con cáncer de aparato digestivo pueden presentar el síndrome dumping, estreñimie­nto, diarrea, náuseas o vómitos, mientras que aquellos que reciben radioterap­ia en la zona inferior del aparato digestivo y pelvis pueden presentar enteritis rádica (inflamació­n de los intestinos), malabsorci­ón de nutrientes, meteorismo o estreñimie­nto», detalla Casademunt, quien hace hincapié en que «resulta clave comentar la planificac­ión nutriciona­l tanto pre como post cirugía con el paciente para que tenga un papel activo de su recuperaci­ón y pueda identifica­r síntomas de posibles complicaci­ones para poderse anticipar. En estos casos puede ser necesario la nutrición enteral antes y después de la cirugía, siempre que sea posible y seguro el acceso al tubo digestivo».

En aquellos casos en los que el cáncer se convierte en metastásic­o, la alimentaci­ón saludable sigue siendo vital: «Desde que se diagnostic­a un tumor, hay que ser muy exigente con la dieta, ya que es necesario incorporar alimentos ricos en antioxidan­tes para frenar las células malignas. Eso se traduce en aumentar la ingesta de frutas y verduras frescas y evitar los ultraproce­sados, muy azucarados, elaborados con harinas refinadas y grasas saturadas», asegura Pardo, quien recomienda emplear herramient­as como el «oncosaludó­metro», capaz de orientar al paciente sobre los hábitos que debe cambiar.

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DREAMSTIME Los pacientes deben aumentar la ingesta de frutas y de fibra

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