INSOMNIO
QuéQué malo es. Y qué malas consecuencias trae el canalla. Pero lo cierto es que un porcentaje llamativo de la ciudadanía lo padece; más aún en los lugares ricos, más aún entre las personas sedentarias. La gente que le da al pico y la pala, al andamio, a cualquier actividad donde el cuerpo se menee, tiene menos probabilidades de sufrir insomnio. El cansancio del cuerpo es fundamental para parar la mente.
Los que vivimos del intelecto, sin embargo, a no ser que seamos muy disciplinados y hagamos deporte en serio, llegamos a la cama con la cabeza fatigada y el cuerpo mustio. No es suficiente que la mente esté cansada para dejarnos dormitar. La tirana tiene carrete para tenernos en bucle durante horas antes de que caigamos rendidos al sueño.
El problema es que la noche es mala compañera del pensamiento intranquilo. Todo lo que nos preocupa se amplifica. Cerramos los ojos y sentimos que la vida es ciega; no hay sol, no hay movimiento. Sólo una especie de agitación que se manifiesta en vueltas y más vueltas en la cama, y en temor y más temor en el alma.
Ahora que estamos encogidos de amenazas y frío, que los mandatarios nos abruman, que el auxilio falla; porque hemos visto que nuestras administraciones mega desarrolladas pueden dejarnos tirados ante cualquier catástrofe. Ahora, decía, conciliar el sueño se complica, y muchos, muchísimos, andan aferrados a los somníferos como si les fuera la vida en ello. Y es que, ciertamente, nos va la vida en ello.
No dormir puede hacerse crónico y convertirse en un gran problema de salud. No dormir nos impide resetear el día, descansar, liberar el inconsciente. No dormir nos hace vulnerables a todo bicho malo que pase a nuestro lado. Por eso hay que ser amables, un poco más amables de lo acostumbrado, con nosotros y con los demás. Si nuestras instituciones no saben defendernos de tanta calamidad, hagámoslo entre nosotros. Quizá sea el momento de ejercitarse en la cooperación y practicar hasta siempre el resguardo mutuo.