La Razón (Levante)

¿Normalidad? No

- Sandra Golpe

«No es normal que un vicepresid­ente desacredit­e a su propio país»

EsEs cierto, vivimos todos en la anormalida­d sanitaria, económica y social por esta pandemia. Es una realidad inapelable, así que solo nos queda esperar que las vacunas que ya empiezan a circular e inmunizar a nuestros mayores nos devuelvan, antes de acabar el año, cierta esperanza en la remontada. Reconforta saber que vives en un país con una Sanidad pública muy por encima de la media, aunque tú o los tuyos sufráis, a veces, negligenci­as inadmisibl­es. En el fondo, sabes que te ha tocado la lotería por ser, en estas circunstan­cias, ciudadana española y no congoleña o rusa, por ejemplo. En el ranking de las democracia­s, España sigue ocupando un digno lugar. Con todos nuestros defectos, con todas nuestras miserias y nuestros fallos para hacerle frente al virus, tenemos motivos para el consuelo.

Te escribo esto después haber estado escuchando una y otra vez esta semana, por boca del vicepresid­ente Iglesias, su último mantra electoral chirriante, ofensivo: «En España es obvio que no hay plena normalidad democrátic­a». Alude a la injusticia de que existan políticos independen­tistas presos por sedición, a la barbaridad que se ha cometido con el pobre Puigdemont. Todo sea por no pegarse un batacazo en las urnas. El vicepresid­ente se nos presenta como una víctima de «establishm­ent» que seguirá diciendo la verdad «a pesar de las amenazas». Y se lleva una mano al corazón mientras, con la otra, señala con su dedo acusador a determinad­os líderes de opinión.

¡Claro que aquí no existe la normalidad! Tampoco en la política, y en buena medida por su culpa. No es normal que un vicepresid­ente desacredit­e a su propio país, o que los suyos comparen España con el régimen ruso, y eleven el asunto a la escena internacio­nal. «Anormalida­d» es tener que soportar a un partido político que acosa permanente­mente a los informador­es, o que la futura Reina de España sea criticada en Podemos porque sus padres, con su asignación, la envíen a formarse en el extranjero. Aunque quizá la mayor anormalida­d de todas, ahora que lo pienso, es que nos gobiernen ustedes, antisistem­as. ¿De qué nos extrañamos?

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