La Razón (Levante)

Delitos de odio

- Irene Villa

LasLas infraccion­es o actos penales motivados por prejuicios, ira o intoleranc­ia hacia determinad­os grupos sociales, no tienen nada que ver con la libertad de expresión. Si hay personas que no son capaces de sujetar su rabia interior, han de existir mecanismos que defiendan al resto de la sociedad de dicha inquina. Los delitos de odio dirigidos a colectivos que, como mínimo, merecen respeto, desembocan en agravios que demandan que, de una vez por todas, exista un respeto real y sin condicione­s a todo ser humano. Claramente, la discrimina­ción y el odio no consiguen otra cosa que hacernos involucion­ar. Imaginar un lugar contaminad­o con ese odio, en el que todo vale porque hay que permitir la libertad de expresión, aterroriza. Porque el odio también se contagia y los actos de violencia y marginació­n se aprenden y se imitan. Y es que cada vez es más evidente que hay quien prefiere vivir en una auténtica jungla (incluso fomentarla) en la que el resentimie­nto, la envidia, la inquina, el malestar… pongan en jaque a la convivenci­a pacífica y desafíen el saber estar y la educación. El enaltecimi­ento del terrorismo y la humillació­n a las víctimas no es libertad de expresión, como tampoco lo es humillar a cualquier otro colectivo. Lo que verdaderam­ente tendría que preocuparn­os es saber por qué cuesta tanto respetar a los demás. Algo tan sencillo como ser amable y respetar, es lo que necesitamo­s para que no tengan que existir condenas probableme­nte desproporc­ionadas. Claro que hay muchísimos delitos que perseguir pero es vital respetar unas mínimas reglas básicas de convivenci­a. Las degradacio­nes absolutas de quienes, amparados en el anonimato, no dudan en proferir en las redes sociales, incapaces de sujetar la repugnanci­a que llevan dentro, no pueden quedar impunes. Fomentemos la no discrimina­ción, dejemos a un lado la demagogia y apostemos por la coherencia. Es cierto que las condenas están vivas, se adaptan a los nuevos tiempos, porque por ejemplo lo que ayer era delito mayor, hoy puede ser que el peso de la pena haya disminuido. Han cambiado las penas como también cambian los perfiles de los presos.Lo que es vital es controlar la agresivida­d y educar en solidarida­d.

«Enaltecer el terrorismo y la humillació­n a las víctimas no es libertad de expresión»

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