Del pacto del Tinell al frente «anti-Illa»
Illa asegura que el acuerdo anti-PSC firmado hace dos días por los soberanistas «es la foto de Colón del independentismo»
Hasta 2003, la política catalana discurrió bajo el incontestable mando de Jordi Pujol y los pactos apenas originaban gran impacto, más allá de algunos puntuales acuerdos de CiU (con el PP, por ejemplo). En el año 2003, el pacto del Tinell (PSC, ERC e Iniciativa) envió a Convergència a la oposición y el juego de alianzas pasó de ser prácticamente una nota a pie de página a protagonista y alcanzó uno de sus momentos cumbres con el procés y el abrazo de Artur Mas y Esquerra (tradicionalmente hostiles). Paradójicamente, los republicanos han viajado del pacto de 2003 con el PSC al pacto «anti PSC» junto a JxCat, PDeCat y CUP en 2021. Las cuatro principales fuerzas independentistas se han comprometido por escrito a rechazar cualquier pacto de Govern tras las elecciones del próximo 14 de febrero con Salvador Illa.
La firma llega después de una campaña electoral en la que tanto socialistas como republicanos se han volcado en desmentir un pacto postelectoral y en la que el cruce de reproches ha ido «in crescendo». Ambos partidos, junto a JxCat, compiten por la victoria, que se decidirá por un puñado de votos, según pronostican todos los sondeos. El exministro de Sanidad lidera la mayoría de encuestas y si vence el domingo, ya ha asegurado que se presentará a la investidura, aunque puede perderla ya que, en estos momentos, queda a expensas de que el bloque no independentista consiga la mayoría absoluta en el Parlament, una posibilidad que se antoja remota por el sistema electoral –en la distribución de escaños están sobrerrepresentadas las zonas menos pobladas y más separatistas–.
El veto a Illa, por lo tanto, aboca a Cataluña a un nuevo entendimiento entre partidos separatistas pese a que la alianza entre JxCat y ERC parece agotada. La última legislatura ha aflorado la tradicional hostilidad entre dos espacios políticos que han gobernado en Cataluña (los republicanos durante la II República) y que mantienen ahora una encarnizada pugna por la hegemonía del independentismo. No obstante, la fórmula de gobierno sí que podría variar la siguiente legislatura ya que ambas formaciones han insinuado la posibilidad de formar un ejecutivo en solitario. Laura Borràs es quien más ha subrayado este escenario al mostrarse muy crítica con el Govern actual y, en ocasiones, prácticamente desentenderse de su balance. Pese a ello, parece muy difícil que ninguno de los dos principales partidos separatistas renuncien a un espacio de poder como la Generalitat, aunque los vetos empiezan a sobrevolar –sobre todo, sobre Borràs, por la investigación judicial que tiene abierta por la presunta adjudicación a dedo cuando dirigía la Institución de las Letras Catalanas–. .
Cuanto menos hay un precedente bastante cercano de vetos en seno del independentismo y que marcó el devenir de los últimos años en la política catalana: se trata del «no» explícito de la CUP a la investidura de Artur Mas en 2015 que precipitó la insólita llegada de Carles Puigdemont a la Generalitat. Un cordón sanitario que los antisistema mantuvieron hasta el final para mandar al líder convergente «a la papelera de la Historia», según sus palabras. Y todo tras una polémica asamblea que las bases de la CUP celebraron a finales de 2015 en Sabadell para decir si permitían o no la investidura de Mas y que acabó con un insólito empate a 1.515 votos; con el expresident siguiendo el espectáculo por televisión; y con la cúpula de un partido anticapitalista decidiendo a puerta cerrada el veto final en su consejo político.
El anterior cordón sanitario lo había protagonizado precisamente el propio Artur Mas años antes de emprender el giro soberanista: fue en 2006, cuando registró ante notario sus 21 promesas electorales y su negativa a pactar con el PP. Un acuerdo que rompió en 2011 cuando acordó el apoyo de los populares de Alicia Sánchez Camacho para los presupuestos de la Generalitat en el regreso de Convergència al Palau tras su particular travesía en el desierto.
Sin embargo, el capítulo más recordado fue cuando el líder de CiU, entonces jefe de la oposición, acudió a la Moncloa en secreto para pactar el Estatut con el presidente socialista José Luís Rodríguez Zapatero a cambio de que en las elecciones posteriores se respetara el resultado de la lista más votada (CiU). Un acuerdo que luego terminó en papel mojado con la llegada de José Montilla (PSC) a la Generalitat de la mano de ERC e ICV.
Y es que, salvando todas las distancias y comparaciones posibles por el peso político de cada circunstancia, la maniobra de ayer entre independentistas remite de forma irremediable al Pacto del Tinell en 2003, el primero, el anterior a José Montilla. Socialistas y republicanos se encontraron entonces frente a frente para rubricar un pacto que incluía un cordón sanitario explícito contra el PP. El programa, firmado en diciembre de 2003, incluía un anexo con «criterios sobre actuación política general» que cerraba la puerta a los populares: «Ningún acuerdo de gobernabilidad con el PP, ni en la Generalitat ni en el Estado», rezaba el texto. Ayer, y preguntado por si el pacto «anti Illa» de las fuerzas independentistas es similar al del Tinell, el candidato del PSC salió al paso y admitió cierta autocrítica : «Yo no me siento orgulloso del pacto del Tinell. He hecho referencia a la foto de Colón porque la tenemos muy presente. Llevamos toda la campaña con el pacto anti Illa», aseguró el exministro de Sanidad.
El pacto del Tinell, sellado en 2003, tuvo como consecuencia formar el primer tripartito entre PSC, ERC e ICV