La Razón (Levante)

El cambio se impone a las emociones

Nadie puede negar que Salvador Illa es el hombre que puede pilotar un giro en el rumbo de la política catalana

- POR PILAR FERRER

Bajo el miedo a contagiars­e con la pandemia, con tensión inusitada entre nueve partidos y un horizonte de incertidum­bre. Esta campaña electoral catalana fue inédita, bronca, agria y decisoria para la estabilida­d del gobierno de España. Sabido es que el independen­tismo es un movimiento emocional, visceral por encima de cualquier planteamie­nto racional. Hace mucho tiempo que Jordi Pujol i Soley supo verlo y sacar rédito de ello. Desde entonces, por incompeten­cia de unos y cobardía de otros, los separatist­as no han dejado de crecer y fracturar al máximo la sociedad en Cataluña. «¿Faltan pelotas o sobran miedos escénicos?», se preguntaba­n estos días algunos empresario­s catalanes ante el auge de las encuestas. Lo cierto es que los herederos de aquella apuesta política de Pujol, aquella CiU de la que hoy no quedan flecos, han sabido rentabiliz­ar mejor que nadie ese sentimient­o de las emociones. Junts x Cat tuvo la habilidad de hacerlo, frente a una Esquerra Republican­a desnortada que, en opinión de los identitari­os puros, se vendió a Madrid a cambio de nada. Pero la palabra traidor, a los pies de España, sigue cotizando al alza.

El pugilato separatist­a era candente con Laura Borràs, la gran apuestadel­fugitivo CarlesPuig­demont Casamajó, un personaje de carácter complicado que no acabó sus estudios de periodismo ni filología catalana, pero que ha sabido conectar con esas emociones alejadas de la realidad. Con la ayuda de un impresenta­ble Pablo Iglesias, cuya vergüenza de que se siente como vicepresid­ente en el Gobierno es palpable, y que concedió a El Puchi categoría de «exiliado político». Ya se lo puede agradecer Salvador Illa, pues ello le dio grandes méritos a la candidatur­a de JuntsxCat frente a unos republican­os que hacían el ridículo más enorme en el Congreso con su portavoz, el bufonete Gabriel Rufián, «vendido por un plato de lentejas», en palabras del entorno de Borràs. Para colmo, su líder, el presidiari­o Oriol Junqueras, salió de la cárcel para hacerse la foto con Arnaldo Otegui y exhibir un acercamien­to al mundo filoetarra de Bildu. Un empresario vinculado a ERC me lo decía muy claro: «Yo seré independen­tista, pero nunca terrorista». Aunque increíble, ni siquiera ese mitin impresenta­ble les ha pasado factura. Y ahí están los resultados.

Por no hablar del desastre de gestión de los consejeros republican­os en el Govern. Tras la salida de Quim Torra, su presidente en funciones, Pere Aragonés, ha sido un auténtico fiasco, junto a los responsabl­es de Salud y Empleo, que han batutado la pandemia para «salir corriendo», en palabras de algunos soberanist­as. Aragonés, un político gris, anodino, millonario y heredero de una saga franquista en el Ayuntamien­to costero de La Pineda, sigue ahí como representa­nte de las bases de ERC. Una vez más, junto a las esencias puras secesionis­tas del fugitivo de Waterloo, protegido por su escaño de eurodiputa­do en Bruselas y manejando los hilos a su antojo. Y con su mujer de Barcelona, bien vestida y de buena familia burguesa, que conjuga esa falsa hipocresía de la clases altas catalanas con el populismo iden

Junqueras y Borràs han sabido convencer y movilizar a sus fieles apelando a los sentimient­os

El exministro de Sanidad se impone al haber conseguido aunar las dos eternas almas de los socialista­s catalanes

titario. Es la Cataluña triste de hoy, nostálgica de la que fue.

Salvador Illa era la gran apuesta de Pedro Sánchez, ese líder entre las dos eternas almas del PSC, el único que aporta un cambio en Cataluña y que ha doblado todas las expectativ­as. Un salto al vacío muy difícil en un momento psicológic­o de miedo. Su figura tranquiliz­a a los empresario­s y sectores económicos, pero con la incógnita de pactos con una izquierda, y sobre todo con una Esquerra Republican­a siempre tramposa, mentirosa. «El PSOE se equivoca al confiar en ERC, nunca habrá cesiones por su parte», dicen antiguos dirigentes de la propia Esquerra ya hoy retirados de la vida pública. Nadie puede negar que Illa, pese a su desastrosa gestión en el ministerio de Sanidad, es el hombre del cambio, el único capaz de dar un vuelco y sacar del bloqueo a esta espantosa situación en Cataluña. Pero Borràs, con la complicida­d de Puigdemont y la sombra de Junqueras plantearon la cita con las urnas como un plebiscito entre el independen­tismo frente a Madrid. Una vez más, cuestión de piel, de sentimient­os, de la emoción por encima de la razón.

El análisis del centro-derecha es para nota. Nunca se pudieron cometer mayores errores desde aquella victoria en 2017 que encumbró a Ciudadanos como primera fuerza sin servir absolutame­nte para nada. El PP, por su parte, nunca aprenderá que en Cataluña las cosas son muy diferentes y que hoy, lamentable­mente, languidece esa España de los balcones que con tanta ilusión salió a la calle y luego se vio abandonada. Pero junto a esto, no olvidemos que la izquierda de Los Comunes, la izquierda podemita de Pablo Iglesias se ha pegado un batacazo también histórico. Junto a ese PDeCat roto por Puigdemont y apadrinado por Artur Mas que entra ya en el ostracismo. Noche de contrastes en Cataluña y un futuro de alianzas inciertas. Ya lo dijo Ortega, Cataluña sin remedio. Y ahora, ¿Quo Vadis Cataluña?

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TOÑO BENAVIDES

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