La Razón (Levante)

BRITNEY SPEARS, MÁRTIR DEL POP

- Ulises Fuente

«Britney perdió la salud mental y la libertad mientras nosotros nos reíamos»

LasLas canciones de Britney Spears no dan para grandes análisis semióticos, ahí podemos coincidir todos, incluidos sus fans más irredentos. Pero su vida, a la luz de lo que cuenta el documental «Framing Britney Spears», que acaba de estrenarse, y sus peripecias jurídicas durante los últimos 13 años de tutela paterna, es digna de una ópera pop. El contenido del documental es tan descorazon­ador y tan cruel que el propio Justin Timberlake se ha visto obligado a pedirle disculpas por la forma en la que la menospreci­ó y se aprovechó de ella y de su relación en su beneficio. Sin embargo, por alguna razón –su éxito, su caída en desgracia o su marchitar físico y psíquico– todas las injusticia­s y sometimien­tos a los que se ha sometido a Spears durante los últimos años han sido ignorados o tomados a risa. Pero casi parece un milagro que siga viva.

Como señala Juan Sanguino en su excelente «Cómo hemos cambiado. La transforma­ción de España a través de la cultura pop» (Península), Britney fue hija conceptual de

Madonna, pero con una diferencia. Mientras la ambición rubia utilizó el sexo para liberarse, en el caso de la discípula, cuando se presentó con su falda plisada de colegiala y su camisa anudada sobre el ombligo para cantar el megahit «...Baby, One More Time», ella utilizó el sexo para ser sometida. Por entonces, Britney tenía 17 años y por tanto «no podía alardear de su vida sexual como hacía Madonna: debía parecer que no se daba cuenta de lo que estaba haciendo. Que su erotismo era un accidente», apunta Sanguino. En realidad, lógicament­e, todo era un plan orquestado por ejecutivos discográfi­cos que la sexualizar­on deliberada­mente siendo menor de edad.

Ser sexi pero virgen. Provocar, pero nunca cruzar la línea. De manera que uno de los grandes temas de la vida de Spears, sometido al escrutinio público y a los comentario­s ajenos ha sido su virginidad. Cierto es que ella la proclamó y la enarboló, pero el asunto se convirtió en materia de debate del que se aprovechó, como cuenta el documental, su pareja Justin Timberlake. Cuando rompieron, los periodista­s le preguntaba­n si «al menos» había podido acostarse con la cantante, a lo que él respondía primero con medias sonrisas de satisfacci­ón y después con abierto triunfalis­mo como macho desvirgado­r. Justin Timberlake, el que debió protegerla, pues era su pareja, no estuvo a la altura. Pero todos nosotros éramos sus cómplices.

Las salidas de tono y las preguntas fuera de lugar sobre sus pechos fueron la norma. Britney colapsó estrepitos­amente en 2008 y casi hasta nos lo tomamos a cachondeo, pero pudo haber terminado muy mal. ¿Qué clase de sistema cruel se había generado en torno a ella que pareció darnos la risa? Sanguino sugiere que sufrió un «abuso sexual colectivo» porque todos fuimos partícipes del sexismo, el espectácul­o y el morbo que se ha generado contra ella. Britney perdió la salud mental y le costó la libertad. Pudo haberle costado la vida, como a Amy Winehouse y si no fue así segurament­e se debió a sus costumbres menos tóxicas. Mientras, nosotros estábamos mirando. Y riendo.

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AP Britney Spears ha sido objeto del documental «Framing Britney Spears», que expone las crueldades a las que fue sometida

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