La Razón (Levante)

Hasel, Iglesias y sus seguidores

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EsEs normal que Iglesias y su camarilla empaticen con los energúmeno­s que provocaron los disturbios violentos de Madrid y Barcelona. Esa colección de vándalos de familias acomodadas se dio un homenaje de violencia sin límite con la excusa de protestar por la encarcelac­ión del rapero Pablo Hasel. Me imagino que irían ciegos de alcohol y porros para amenizar la fiesta. Por su parte, el homenajead­o se llama Pablo Rivadulla Duró, es hijo de empresario y un ferviente comunista y antisistem­a que tuvo una vida regalada gracias a la pasta de papá. No hay que sorprender­se que sea un buen amigo de Iglesias, porque le gusta rodearse, por regla general, de pijos de buenas familias. El pretencios­o rapero tomó este seudónimo, por lo visto, de un libro de cuentos de literatura árabe, aunque pensé que este necio se había inspirado viendo las portadas de los libros del novelista Sven Hassel, cuya obra trata sobre la Segunda Guerra Mundial y los nazis. Me parecía más razonable teniendo en cuenta que es un pedazo nazi de tomo y lomo como algunos personajes del autor de origen danés.

Le acompaña el físico propio de bruto sin escrúpulos que enviaría a cualquier demócrata a una checa. No le temblaría la mano. No hay más que leer o escuchar las letras de sus canciones. Es un fantasmill­a violento que solo produce hilaridad. Un necio ignorante de escasas luces y ninguna lectura. Ahora que Iglesias forma parte del sistema, se ha montado en el ascensor social y se dedica a descalific­ar a todos los que discrepamo­s del «amado líder», es lógico que apoye a Hasel y los violentos. No hay que olvidar que Podemos necesita recuperar la calle. Esto significa apoyar a los que se dedican a destruir el mobiliario público, quemar contenedor­es, agredir a la policía, okupar casas y otras actuacione­s delictivas propias de los pijoprogre­s que nos quieren conducir a la utopía comunista. La brutalidad de las imágenes no deja atisbo de duda y ahora podemos constatar, una vez más, de qué lado está Iglesias. Es muy sintomátic­o que quiera perseguir y controlar a los medios de comunicaci­ón mientras sus «amigos» son los violentos que salieron a las calles para pedir la libertad de Hasel, que es un fanático que se dedica a insultar, amenazar y hacer apología del terrorismo. Es evidente que no defendería a Rivadulla si sus raps fueran en su contra, su ideología totalitari­a y sus camaradas.

Francisco Marhuenda

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