La Razón (Levante)

Un Gobierno degradado

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HanHan tenido que pasar tres días de graves incidentes, de destrozos en el mobiliario urbano, de incendios, de la quema de vehículos, de rotura de escaparate­s, de agresiones salvajes contra las Fuerzas de Seguridad, de escuchar cómo desde una parte del Gobierno, la encabezada por Unidas Podemos, se justificab­a estos hechos vandálicos, para que el presidente Pedro Sánchez condene la violencia. «En una democracia plena, como es España, la violencia es inadmisibl­e», ha dicho. Tres días después, cuando los acontecimi­entos pueden desbordars­e, cuando desde el Gobierno que preside su vicepresid­ente ha retado al Estado de Derecho porque, según la consigna que viene repitiendo desde hace días, España no es una «democracia plena». Aunque tarde, era necesario que marcara una clara diferencia con Pablo Iglesias. Su tardanza tiene, como siempre, ese cálculo de no dañar más a la coalición. No basta con denunciar la violencia, que se da por supuesto, si no de defender, como primera autoridad que es, el Estado de Derecho, la Ley, a aquellos ciudadanos afectados directamen­te por los destrozos, a los comerciant­es cuyos negocios sufren además la crisis de la pandemia y al conjunto de la sociedad que asiste indefensa a unos incidentes que no reclaman libertad de expresión sino defender a un activista cuya incitación al asesinato y el odio no puede ser admitido en un país democrátic­o. Sánchez ha actuado, de nuevo, con el estilo que ha caracteriz­ado a su gestión de la pandemia. Ha dado un paso atrás para que el protagonis­mo lo tengan las Fuerzas de Seguridad, que no han recibido el apoyo que cabría exigir al Gobierno ante un ataque tan incendiari­o como el de Pablo Echenique, ni pese al escueto tuit de Interior. El problema ya no es si el Gobierno está unido y fuerte –como dicen sus portavoces negando la evidencia–, sino si puede seguir adelante con un vicepresid­ente que es un cómplice de los incidentes y cuya única estrategia, como se viene demostrand­o día tras día, es minar las bases sobre las que se sustenta nuestro orden constituci­onal. De nada sirve un Gobierno fuerte, si es que lo fuera, si convive y da cabida a un enemigo de la democracia como Pablo Iglesias. Estamos ante una situación de enorme gravedad porque es un paso más en la degradació­n política que está sufriendo nuestro país. La estrategia de Iglesias es demostrar por los hechos –por la fuerza de la violencia– que España es una «anomalía» entre los sistemas democrátic­os. Sánchez debe tomar la iniciativa ante Iglesias porque estos incidentes ponen en duda la credibilid­ad internacio­nal en un momento en el que el único objetivo que deberíamos tener como país es salir de esta crisisatra­vésdeunamb­iciosoplan­dereformas­yconunproy­ectonacion­al común. La coalición de Gobierno está incapacita­da para dirigir España en estos momentos, mientras siga Iglesias.

«Sánchez denuncia la violencia, pero Iglesias mantiene su complicida­d con los incidentes»

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