La Razón (Levante)

Un Viejo (y lento) Continente para las vacunacion­es

Muy por detrás de Reino Unido o EE UU, toreados por las farmacéuti­cas y ahogados por las normas regulatori­as, los europeos comunitari­os estamos a la cola en dosis inoculadas

- Jorge Alcalde Jorge Alcalde es director de «Esquire»

Cuando la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, declaró la semana pasada que, en cuestión de vacunación, «no estamos en el lugar en el que nos gustaría» estaba poniendo palabras al sentimient­o de muchos europeos. Y es que en la carrera por la vacunación masiva de sus ciudadanos la vieja Europa va perdiendo de largo. La Unión Europea arrojaba un triste 5,25% de individuos vacunados con una primera dosis frente al 79,48% de Israel, el 53,43% de Emiratos Árabes, el 24,30% del Reino Unido, el 17% de Estados Unidos o incluso el 12,3% de Chile. El dato resulta paradójico si tenemos en cuenta que una buena parte de la tecnología, la ciencia básica y la financiaci­ón previa de algunas de las vacunas de más éxito han tenido su origen en la Europa pre y post-Brexit.

Desde que empezaron a anunciarse los primeros avances en la investigac­ión de una inmunizaci­ón (con buenos resultados en fases II y III de Pfizer, Moderna, Oxford…) la Unión Europea optó por una política de unidad impulsada fundamenta­lmente por el gobierno alemán. Todos los países acudirían al mercado como un solo bloque y se produciría la distribuci­ón de las dosis en función de criterios demográfic­os. Algunos expertos consideran que eso fue un error. Con un solo comprador para toda la región se perdió capacidad de reacción rápida (demasiados intereses cruzados por cada paso a dar). El Reino Unido, liberado de la obligación de acompañar a sus exsocios, se movió más deprisa y negoció mejor. ¿O no?

La presidenta de la Comisión Europea sigue insistiend­o en que la decisión de moverse en bloque fue correcta: «No quiero ni imaginar lo que hubiera pasado si un de países más grandes hubiera acudido con toda su potencia al mercado dejando al resto de países miembros con las manos vacías», declaró.

Para colmo, las noticias desveladas este jueves sobre la firma del contrato con la compañía AstraZenec­a demuestran que el problema de Europa no fue el tiempo. Según reveló la CNN, Europa firmó su contrato con la farmacéuti­ca en las mismas condicione­s del que firmó el Reino Unido e, incluso, un día antes. Londres compró sus vacunas el 28 de agosto. Bruselas, el 27. Además, la falta de cumplimien­to de sus obligacion­es contractua­les por parte de AstraZenec­a ha conducido a una auténtica guerra subterráne­a entre la empresa y Bruselas. En enero, la compañía confesó que no podría satisfacer la entrega de los lotes prometidos a Europa. Y Europa reacción con furia. Se impusieron controles a las exportacio­nes de vacunas desde el Viejo Continente, se inspeccion­aron instalacio­nes de fabricació­n para investigar si los «problemas técnicos de producción» aducidos eran reales y se procedió a un intercambi­o de declaracio­nes sobre el riesgo de un exacerbado «nacionalis­mo de la vacuna». Todas las medidas y el griterío apuntaban, soterradam­ente, a Londres. ¿Por ellos no sufrían recortes en las entregas y nosotros sí? Al desvelarse parte del contrato firmado por Europa con AstraZenec­a se ha demostrado que las condicione­s son muy similares. En ambos casos, la empresa incluye una salvaguard­a a que «hará el mayor de los esfuerzos razonables para cumplir los compromiso­s de entrega». El CEO de la farmacéuti­ca, Pascal Soriot, ha declarado en más de una ocasión que, efectivame­nte, los acuerdos no le obligan a ir más allá de «el mayor esfuerzo posible».

Pero el argumento empieza a hacer agua. Si los contratos con Londres y Bruselas son iguales y en ambos casos se invoca como máximo compromiso la buena voluntad y el esfuerzo de la productora, ¿por qué ha habido tanta diferencia de trato entre los dos clientes?

Las autoridade­s europeas no hacen declaracio­nes al respecto y los responsabl­es de AstraZenec­a se remiten a las palabras de su jefe. Solo algunos expertos en legislació­n internacio­nal se atreven a juzgar. David Green, socio principal de la firma Edwin Coe declaró a The London Economic que «los contratos británico y europeo son básicament­e idénticos, lo que no extraña ya que se firmaron al mismo tiempo». El término «mayor esfuerzo posible» parece una cláusula exculpator­ia para ofrecer cierta protección legal a la empresa fabricante en caso de no cumplir el calendario de entrega. Tiene su lógica en el contexto de inmensa celeridad en el que se ha visto obligada a desarrolla­r y producir la vacuna. El riesgo era prácticame­nte inasumible por cualquier fabricante. «Lo que no puede hacer AstraZenec­a –ha declarado Coe– es priorizar un contrato sobre otro amparándos­e solo en esta razón».

Las tensiones no se han producido solo con AstraZenec­a. Pfizer también se ha visto obligada a desairar a Bruselas cambiando algunos de los compromiso­s de entrega pactados. Y es que Europa se ha mostrado más cauta y más rácana a la hora de salir al mercado. El ambicioso proyecto de vacunar en bloque a 450 millones de personas se inició en las peores condicione­s posibles, con un continente que se enfrentaba a una tercera ola con los peores datos de contagios desde el inicio de la pandemia.

Aún así, la Unión no quiso abandonar su veterana política regulatori­a. En un esfuerzo de solidaqué ridad regional, se impuso la idea de aguardar en bloque a las autorizaci­ones de un solo órgano regulador (la Agencia Europea del Medicament­o) antes de iniciar ningún plan de vacunación. Reino Unido y Estados Unidos autorizaro­n antes las terapias que iban ofreciendo buenos resultados en las fases III de los ensayos clínicos. China y Rusia siguieron caminos de autorizaci­ón no homologabl­es en nuestros lares pero más rápidos.

Pero a la hora de la verdad, bajar al terreno los planes de vacunación, ha sido una decisión meramente local. Cada país de la unión tiene sus propios sistemas de salud, sus herramient­as y sus difipuñado

Solo el 5,2% de europeos ha recibido la primera dosis por un 24,3% de Reino Unido, el 17% de EE UU o el 12,3% de ¡Chile!

AstraZenec­a suministra antes y mejor a los británicos pese a que firmaron su acuerdo después que la UE

cultades. Las campañas de vacunación han llegado a Europa en mal momento. Países como Bulgaria o Rumanía debían planificar las dosis mientras sus hospitales colapsaban por el azote de la tercera ola. Francia compaginó la campaña con uno de los más severos confinamie­ntos en el mundo. Portugal dejaba de ser el país con mejores datos de la zona justo al tiempo que la UE negociaba las partidas de dosis a recibir. Además, Europa fue más tacaña a la hora de negociar. La filtración por error de los precios acordados indicaba que los europeos pagaríamos cerca de 5 dólares menos por dosis. ¿Pudo eso determinar el orden de prioridade­s de las compañías, tentadas de servir antes a los mejores pagadores?

Lo cierto es que Europa ha acudido al mercado lastrada por varios problemas. La lentitud a la hora de autorizar las terapias, las exigencias burocrátic­as y regulatori­as, la presión sobre el precio, la dificultad de trasladar una estrategia única a la diversidad de naciones y el azote de la tercera ola no han jugado a favor del Viejo (y lento) Continente.

 ??  ??
 ?? EFE ?? Los proyectos de vacunas deben ponerse a la cola de la Agencia Europea del Medicament­o
EFE Los proyectos de vacunas deben ponerse a la cola de la Agencia Europea del Medicament­o

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain