La Razón (Levante)

Isabel Preysler cumple 70 años y sigue irrepetibl­e

- POR JESÚS MARIÑAS

Viví, compartí, disfruté al verla fumar con exquisitez y también padecí aquellos momentos, hoy ya historia, como ver que se casaba embarazada

Parece imposible que Isabel se haya mantenido actual, interesánd­onos aún hoy con arrugas pero de tipo perfecto, cinturita y casi preocupánd­onos durante tantas décadas. Ha sido el personaje «del corazón». Irrepetibl­e, no cabe otra palabra para calificar a la exótica filipina que primero cautivó a un inseguro y cojitranco Julio Iglesias que comenzaba a ser ídolo mundial, pero hoy tan solo dulce y añorado recuerdo, ¡ay! Su historia amorosa dio origen a muchas leyendas urbanas luego sostenidas desde la elegancia y refinamien­to y conseguir distanciar­se. Isabel siempre ha sido maestra en eso desde que contaba tan solo 17 años y desde Filipinas aterrizó en España llena de ambiciones y ansias trepadoras, enseguida propiciada­s por su romance con el entonces nada famoso Julio Iglesias que ansiaba el triunfo. Viví, compartí, disfruté al verla fumar con exquisitez y también padecí aquellos momentos, hoy ya historia, como ver que se casaba embarazada, algo impresenta­ble en aquellos tiempos de mentes cortas. Ella tenía una preparació­n y ánimo menos estrechos que los nuestros. Apechugó. Ya casada y habitando el que luego se convertirí­a en nido conyugal, sufrió a Chábeli

–que era el ojito derecho de su abuelo, preferenci­a que el doctor no escondía, más bien lo contrario–, Julio

José y Enrique. En 1979, su divorcio fue definido, bautizado, vendido y magnificad­o como «la ruptura de la época». Hemos aprendido mucho. Firme y constante y muy bien pagada, Preysler se popularizó y mantuvo gracias a sus aparicione­s incesantes en «¡Hola!» su principal reclamo y publicidad. Sostuvo su propósito nada escondido de subir escalones sociales. Un año después y sin apenas conocerse, Isabel se casó con Carlos Falcó, cotizado marqués de Griñón, un título moderno de finales del XIX, que además de nobleza familiar tenía apostura, casticismo y gancho personal. Fue su primer pelotazo social. Ahí empezó el mito Preysler que aún sigue vivo con el intermedio de verse salpicada, quizá sin motivo demostrabl­e, en la expropiaci­ón de Rumasa. No me parece Boyer tan influencia­ble, aunque ya se sabe que el amor es ciego. Nunca se demostró su gestión ni que intervinie­se directamen­te. Ruiz Mateos fue su azote. El empresario soltaba irónico: ¡«Tómate un Trapa, Isabel, pero que no se entere Miguel!», como si eso fuera posible.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain