La Razón (Levante)

Medvedev ya amenaza a Djokovic

El ruso disputará su segunda final de un Grande tras barrer a Tsitsipas. No pierde desde octubre de 2020

- POR MARIANO RUIZ DÍEZ

Anderson, De Miñaur, Schwartman (3), Raonic, Zverev (3), Djokovic, Nadal, Thiem, Nishikori, Berrettini, Pospisil, Carballés, Krajinovic, McDonald, Rublev y Tsitsipas... Daniil Medvedev llega se medirá a Djokovic en la final del Open de Australia después de 20 victorias seguidas, once de ellas ante miembros del «top 10». Y en su lista de víctimas desde su última derrota, allá por el mes de octubre en Viena, está incluido el serbio. «Es un dato increíble. Llevo ya mucho tiempo peleando de tú a tú con todos estos tenistas, pero es ahora cuando mejor me siento», confesó el ruso después de barrer a Tsitsipas en tres sets (6-4, 6-2 y 7-5) y en poco más de dos horas. Medvedev es el jugador más en forma del circuito. Ganó en París-Berçy, las Nitto ATP Finals –el Masters de toda la vida–, la ATP Cup y queda por ver si será capaz de tumbar a Djokovic en su territorio.

A Tsitsipas lo martirizó. Después de la enorme remontada ante Nadal, el partido fue una pesadilla para el griego. Medvedev tiene varias cosas desquician­tes en una pista. Por su juego, por la actitud y por los gestos con los que afronta el partido. Su saque es una tortura, su revés genera un desgaste insufrible, su mirada no transmite nada teniéndolo todo controlado y en algunos desplazami­entos por la pista parece que se va a desmontar, pero nada de eso. El cóctel es explosivo. Da igual que se cabree con su entrenador como sucedió ante Krajinovic y le termine echando de la pista después de montar el número. Él sigue a lo suyo. Es como un martillo pilón desde el fondo. Le puedes mandar un listado amplio de golpes ganadores que no sólo los devuelve. Lo hace situando la bola en lugares imposibles y con una profundida­d como si no costara. Jugar con él es tener un muro en el fondo y asumir que muchos golpes defensivos terminan convirtién­dose en winners. El desgaste mental de tenerlo enfrente es excesivo. Y lo mejor es que ni se inmuta. Si parece flaquear por un instante, como sucedió en el décimo juego del primer set, se saca un par de grandes servicios y resuelto.

Como restador está al nivel de Djokovic. El servicio, que le había servido a Tsitsipas para resucitar ante Nadal, apenas le hizo cosquillas. Dos breaks en el segundo set y el griego se encontró con la misma situación que en cuartos ante Rafa. Miró a su palco, charló con su padre y adoptó la táctica casi suicida que mostró ante el español. Ataque al límite, riesgo máximo. Con la central de Australia convertida en una sucursal del Palacio de la Paz y la Amistad de Atenas, con camisetas de Schortsian­itis y Antetokoun­mpo incluidas. Medvedev encontró por fin resistenci­a y eso que arrancó el tercer set con un nuevo break. Tsitsipas se rehizo y reinstauró el equilibrio con una ruptura en el sexto juego. El griego se adelantó (3-4), se situó 0-30 en el octavo juego, pero... ahí volvió la roca. Resolvió su saque. Reinstauró la igualdad y en cuanto Tsitsipas flaqueó, en el undécimo juego, sumó un break definitivo. Fue con un passing de revés a dos manos, ¡cómo no!, desde el fondo de la pista. Djokovic se va a topar con un rival de cuidado. «Sería bueno para Daniil y también para el tenis que saliera de aquí campeón», soltó el griego después de la contundent­e derrota. La sensación en Melbourne es que si hay un jugador que puede evitar el noveno título del serbio en Australia, en otras tantas finales, es el ruso.

En la racha de veinte victorias seguidas del ruso antes de la final en Melbourne figuran once ante jugadores «top 10»

Es el peor rival posible. El obstáculo más grande para Nole en la búsqueda de su noveno título en otras tantas finales

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AP Medvedev se deshizo de Tsitsipas en tres sets y en poco más de dos horas

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