La Razón (Levante)

Jubilación a la carta: ¿es viable un retiro libre en España?

El 40% de los trabajador­es se prejubila. La mayoría con 40 años cotizados y mayores aportes. ¿Por qué fijar una edad legal? ¿Se puede implantar la flexijubil­ación?

- POR H. MONTERO

El debate sobre si es necesario alargar la edad real de jubilación –situada en los 64,6 años de media– a la edad legal –en 66 años en 2021 y en 67 años para 2027– está servido. El ministro de la Seguridad Social, José Luis Escrivá, cree que es crucial penalizar las prejubilac­iones e incentivar la jubilación demorada demorada mientras que el vicepresid­ente Iglesias, a contracorr­iente del Gobierno al que pertenece, apuesta por volver a los 65 años sin meter la tijera al sistema, salvo el «rejonazo» del destope de cotizacion­es, para que quienes más ganan contribuya­n aún más. Y pese a que al recorte de casi un año en la esperanza de vida por la pandemia (85,4 años en las mujeres y 80 años para los hombres), vivimos muchos más años que cuando se diseñó el sistema de pensiones, lo cierto es que pocos desean trabajar más allá de los 65 años. De hecho, el 40% de los trabajador­es sigue accediendo a la pensión de jubilación antes de la edad ordinaria. ¿Por qué fijar entonces una edad legal y no permitir la jubilación libre? Y en ese caso, ¿sería viable el «flexiretir­o»?

El sistema de pensiones español es uno de los más generosos del mundo. Cada jubilado recibe de media 1,74 euros por euro cotizado durante su vida laboral. Las jubilacion­es ordinarias generan un rendimient­o mayor (4,1%), frente a las altas de jubilación parcial (3,9%), las jubilacion­es demoradas voluntaria­mente (3,7%) y las jubilacion­es anticipada­s (2,8%), según el Banco de España. En términos de coste por pensión unitaria, el más bajo correspond­ería a las jubilacion­es anticipada­s, que reciben 1,39 euros de pensión por cada euro de cotización. Las pensiones demoradas voluntaria­mente ofrecen a sus perceptore­s 1,74 euros por euro aportado, mientras que las de jubilación parcial (1,89 euros), también obtendrían un coste por pensión algo menor que el estimado para las jubilacion­es ordinarias (2,03 euros)

Este panorama implica que uno de cada tres euros del gasto público se destine al pago de estas prestacion­es, lo que las convierte en la

partida más abultada (más de 160.000 millones para 2021), una tendencia que se acentuará con una población cada vez más envejecida y una natalidad entre las más bajas del mundo, lo que agudiza la falta de reemplazo en el mercado laboral.

Este problema de reemplazo, a la espera de los saldos migratorio­s, apunta a que la tasa de dependenci­a (relación entre cotizantes y pensionist­as) siga su deterioro. A mediados de siglo, esa tasa de dependenci­a, medida como población de más de 66 años respecto a la de entre 16 y 65, se situará en el 55%-65%, según el informe «Las pensiones en España», elaborado por las fundacione­s Civismo, Friedrich Naumann y el Instituto Juan de Mariana.

¿Pero es igual de generoso el sistema con todos los cotizantes? La respuesta es que no. La Tasa Interna de Retorno (TIR), que compara el valor presente de las cotizacion­es realizadas por un trabajador a lo largo de su vida laboral con el valor presente de los importes de pensión que recibe durante su jubilación, da una medida dispar de la rentabilid­ad que obtendría cada trabajador a partir de las aportacion­es realizadas al sistema.

Por tipo de pensión, el rendimient­o más bajo en media correspond­e a las pensiones anticipada­s, con un 2,8%, mientras que la rentabilid­ad media de las ordinarias alcanzaría el 4,1%. ¿Qué ocurre con las pensiones demoradas voluntaria­mente? Que obtendrían una rentabilid­ad media del 3,7%, cercana pero menor que la de las pensiones ordinarias, lo que sugeriría –según el Banco de España– que el incentivo a prolongar la vida activa y posponer la jubilación sería escaso desde el punto de vista del rendimient­o financiero.

Sin embargo, los trabajador­es que acceden a jubilacion­es anticipada­s, parciales o flexibles acreditan períodos de cotización más altos que la media: en torno a 39 años las altas anticipada­s no voluntaria­s, por encima de 40 años las jubilacion­es parciales –que, además, compaginan el cobro de una prestación con la permanenci­a en el mercado laboral– y 42 años las jubilacion­es anticipada­s que se producen por libre voluntad.

En contraposi­ción, las jubilacion­es ordinarias tienen un periodo de cotización medio de 34,1 años. Por tanto, la base reguladora promedio de las jubilacion­es anticipada­s es mucho mayor que las ordinarias. La conjunción de todos estos factores, sumado a que los prejubilad­os tienen mayores cuantías cotizadas, hace que la pensión media inicial más alta se dé en las jubilacion­es parciales (1.635 euros), seguida de las anticipada­s voluntaria­s y no voluntaria­s (1.597 y 1.369 euros). Las jubilacion­es demoradas y las ordinarias recibirían una prestación menor (1.236 y 1.194 euros).

En definitiva, este 40% de prejubilad­os, por regla general, cotiza más años, por mayor cuantía y recibe menores rendimient­os en su pensión. De hecho, en 2021, la pensión máxima es de 2.707 euros en catorce pagas, cuando la base máxima asciende a 4.404 euros, un diferencia ldel37%,l oque distorsion­a la equidad in ter generacion­al, ya que individuos con el mismoesfue­rzo de cotización obtienen diferentes rentabilid­ades. Además, no está claro que penalizar esas prejubilac­iones, que tienen carreras de cotización más largas suponga un ahorro. Puede ocurrir en los primeros años, pero fuerzan a la Seguridad Social a un desembolso mayor en las siguientes décadas, según los cálculos elaborados por el grupo de investigac­ión en pensiones de las universida­des de Valencia y Extremadur­a.

Por eso, cada vez más voces abogan porque cada trabajador decida libremente cuándo quiere jubilarse sin necesidad de establecer una edad fija, siempre que existan reglas claras. Otro informe de Civismo propone la «flexijubil­ación» con un rango entre los 60 y los 75 años con ciertos ajustes y la aplicación de un Factor de Sostenibil­idad –que Escrivá quiere renombrar como de Equidad– que tenga en cuenta la esperanza de vida.

Entre los ajustes habría que ampliar el periodo de cálculo de la base de la pensión a toda la vida laboral, con un factor corrector que permita al nuevo pensionist­a excluir los cinco o diez peores años de su carrera, algo que Escrivá aún mantiene en cartera. También sería necesario establecer un mínimo de 45 años de cotización para cobrar el 100% de la base. El Factor de Sostenibil­idad, aprobado en la reforma de 2013 y aún vigente aunque retrasado a 2023, serviría de contrapeso para «estirar» una renta diseñada para 20 años a los 30 años o más. Con unas reglas claras, sencillas y con toda la informació­n, debería bastar para que cada trabajador decida cuándo retirarse.

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EFE El sistema español otorga cerca de un 80% de pensión sobre el último salario
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