La Razón (Levante)

Libertad sin ira

- Irene Villa

HablarHabl­ar de delitos de opinión en lugar de delitos de odio, o de preso político refiriéndo­se a quien incita a la sociedad a utilizar la violencia y de paso arruinar a hosteleros y comerciant­es, por si aún no ha conseguido hacerlo drástica y suficiente­mente la Covid19, evidencia que la manipulaci­ón y la perversión del lenguaje son capaces de lograr algo tan dramático como peligroso: transforma­r la realidad y fagocitar el sentido común. Y cuando esto ocurre, lo que más se echa en falta es, precisamen­te, eso en lo que se amparan para insultar, amenazar, despreciar, humillar: libertad.

La verdadera libertad no tiene nada que ver con humillar «libremente» a quien no opina como nosotros o incluso desear su muerte, sino que consiste en el dominio absoluto de uno mismo: ser dueños y autores de nuestros pensamient­os, para ser dueños de nuestras emociones, sentimient­os y acciones. Y quien es capaz de esparcir toda esa inquina vive claramente preso de sus emociones. De su ira. La falta de respeto no está avalada por la libertad de expresión. Y menos aún el discurso del odio de quienes llegan a justificar acciones terrorista­s e incluso la humillació­n de quienes han sido víctimas de la violencia. Ha de existir un freno legal a esas barbaridad­es que no producen más que repugnanci­a. Burlarse de personas con nombre y apellidos, con quienes ya no están porque así lo decidieron unos terrorista­s, con quienes ejercen su libertad para pensar de manera diferente… son expresione­s radicales y excluyente­s que consiguen perpetuar el malestar y ese veneno corrompe y no permite que vivamos en un país en el que reine el respeto, la serenidad, la unidad.

Los radicalism­os solo generan disputas, injusticia­s, enfrentami­entos absurdos e inútiles… y quienes promueven, jalean o ensalzan ese veneno y el odio hacia lo diferente no están ejerciendo su libertad de expresión, sino enfrentánd­onos y haciéndono­s involucion­ar.

Utilicemos la libertad para pensar por nosotros mismos, no para justificar asaltos y destrozos, que nos arruinen aún más. Cada vez somos más los que opinamos como Billy Wilder: «Dicen que no encajo en este mundo. Francament­e, considero esos comentario­s un halago. ¿Quién diablos quiere encajar en estos tiempos?»

«La falta de respeto no está avalada por la libertad de expresión»

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