Puigdemont bloquea a ERC y alienta otras elecciones
JxCat tumba a Aragonès en la primera vuelta de la investidura y le exige que no se presente a la segunda el martes. Boicot al candidato de Vox en el Parlament
El pleno de investidura de ayer ya nació fallido. El candidato de ERC, Pere Aragonès, no resultó elegido en la primera sesión y tendrá que esperar aún para convertirse en president de la Generalitat. Antes
de eso deberá enfrentar la negativa de Carles Puigdemont a desaparecer de la escena política y a asumir el papel secundario respecto a los republicanos. Las discrepancias en el mundo independentista siguen convirtiendo la política catalana en un callejón sin salida y retrasan la formación de un gobierno que podría derivar en una nueva convocatoria electoral si no se llega al acuerdo.
La segunda vuelta del martes, que solo necesitaría mayoría simple para salir adelante, queda también en el aire. JxCat solo quiere votar si antes hay un pacto soberanista
Carles Puigdemont ha conducido a la política catalana a un bloqueo «sine die». JxCat certificó ayer su rechazo a la investidura de Pere Aragonès y pidió que renunciara a la segunda votación prevista para el martes, dando por hecho que mantendrá el mismo sentido del voto. JxCat reclamó más tiempo para alcanzar un acuerdo. El candidato de Esquerra, lejos de asumir el dardo, respondió que por «respeto» a los electores y al independentismo se presentará al debate y aseguró que se volcará en las próximas horas por tratar de lograr un pacto.
No obstante, por ahora, el talante de JxCat invita a pensar que será imposible una investidura de forma inmediata. El partido de Carles Puigdemont ha endurecido sobremanera las negociaciones (imponiendo ciertas exigencias alejadas de los intereses de Esquerra y ralentizando el ritmo de los contactos) desde el 14 de febrero y ya advierte de antemano contra las presiones. «El ‘pressing’ Junts no funcionará, tomen conciencia», aseguró ayer el portavoz de los posconvergentes, Albert Batet. Lo cierto es que JxCat también plantea quejas contra Esquerra, por cómo ha encarado las negociaciones desde el 14-F, tratando de atar primero un acuerdo con la CUP, y señala que hay diferencias aún de fondo que impiden cerrar un acuerdo de legislatura.
De entrada, JxCat reclama «concreción» a Aragonès. «Le pedimos pasar de la retórica a la
Podemos emerge y tiende la mano a Aragonès como alternativa a JxCat para formar un Govern de coalición
concreción», aseguró Batet. Y, ¿qué concreciones echa en falta JxCat? Aunque hay divergencias de ámbito competencial (de conselleries, entre las cuales sobresalen Salud y Economía –gestión de los fondos europeos–), destacan las diferencias del ámbito del «procés». En el partido de Puigdemont consideran que hay que atar un «buen acuerdo» que permita especificar cómo responder ante cada actuación del Estado y cómo avanzar en el «procés». Y, en concreto, plantean construir una «bifurcación» que pase por la gestión del día a día a través de la Generalitat mientras que la dirección del proyecto rupturista quede en manos del Consell per la República liderado por Puigdemont. A través de esta entidad, la intención es dar pasos hacia la independencia alejados del alcance del Estado ya que el timón estaría en Bruselas. «Todas las victorias que hemos conseguido durante los últimos tres años llevan el sello del exilio», espetó Batet, reivindicando la figura de Puigdemont, tan en el punto de mira de ciertos sectores del independentismo por estar detrás del fracaso de las negociaciones –señalan sus imposiciones y su voluntad de protagonismo como principal escollo–.
Aragonès asumió y reconoció el trabajo en el exterior del expresident de la Generalitat, pero también advirtió de que esa proyección internacional solo avanzará si cuenta con la «fuerza» de la vía del diálogo en España. El presidenciable republicano hizo énfasis en la mesa de diálogo, defendió su reactivación de inmediato y atribuyó la demora a la pandemia y el «clima preelectoral» del último año. Pero más allá de eso, Aragonès, sobre todo, reclamó a JxCat aparcar posiciones «maximalistas» y urgió a desbloquear la formación de un Govern para atender las necesidades desencadenadas por la crisis del coronavirus. En este punto, aseguró que las diferencias «no son insalvables» y, de hecho, afirmó que son «más pequeñas» que las que ha habido en procedimientos de investidura anteriores.
Aragonès, en cualquier caso, pudo contar con los nueve apoyos de la CUP y sumó 42 escaños, insuficientes para ser investido. Los 32 parlamentarios de JxCat se abstuvieron y 61 votaron en contra. Los cuperos recrminaron a JxCat que no haya respondido a sus propuestas ni se haya reunido con ellos.
La sesión parlamentaria dejó de manifiesto las diferencias entre Esquerra y JxCat, que auguran una legislatura igual o peor que la anterior: de fondo, fueron apareciendo reproches del pasado –entre ellos, la frustrada investidura telemática de Puigdemont–. Pero también emergió la figura de Jéssica Albiach (Podemos) para tender la mano a Aragonès y tratar de tejer una alternativa: se ofreció al candidato de Esquerra para fraguar un Govern de coalición sin JxCat.