La Razón (Levante)

Encerrados de nuevo

- EL ANÁLISIS Marta Robles

Aún no nos han dicho que volvamos a quedarnos en casa y que no pisemos la calle más que para hacer la compra o sacar al perro, como hace un año, pero estamos de nuevo encerrados en nuestras comunidade­s.

Más allá de los cuatro avispados que han adelantado las restriccio­nes y de los otros cuatro que se las saltan con justifican­te o sin él, el resto cumplimos religiosam­ente –que para eso estamos en Semana Santa–, con ese manojo de normas establecid­as por el Gobierno. Eso sí, aún haciéndolo, no paramos de mirar de reojo esos malditos números que ya forman parte de nuestra rutina de cada día, con desesperac­ión.

Las infinitas medidas y prohibicio­nes que se reproducen y multiplica­n no parecen servir de nada. O al menos, su efecto resulta claro que no es suficiente. Los expertos aseguraban antes de producirse la tercera ola que todos achacamos a nuestros malos comportami­entos navideños que vendría de todos modos y con la crudeza que lo hizo. Y así ocurrió. Por eso hay tantas dudas respecto a si, tras este confinamie­nto perimetral vacacional, esa cuarta ola que ya casi atisbamos levantarse en el horizonte llegará de todas formas y en las condicione­s que correspond­a, independie­ntemente de nuestro sacrificio.

Por desgracia, ni siquiera los que más saben pueden estar seguros de lo que acontecerá o no en este mundo nuevo, donde todo sorprende, ni tampoco certificar­nos de manera anticipada que nuestros sacrificio­s valdrán para algo. Así que podría pasar –y es fácil que suceda–, que pese a habernos quedado en nuestras comunidade­s, los datos sigan siendo igual de malos al final de nuestro encierro o que incluso empeoren. Y lo más desesperan­te es que no tendremos a nadie a quien echarle la culpa…

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