Encerrados de nuevo
Aún no nos han dicho que volvamos a quedarnos en casa y que no pisemos la calle más que para hacer la compra o sacar al perro, como hace un año, pero estamos de nuevo encerrados en nuestras comunidades.
Más allá de los cuatro avispados que han adelantado las restricciones y de los otros cuatro que se las saltan con justificante o sin él, el resto cumplimos religiosamente –que para eso estamos en Semana Santa–, con ese manojo de normas establecidas por el Gobierno. Eso sí, aún haciéndolo, no paramos de mirar de reojo esos malditos números que ya forman parte de nuestra rutina de cada día, con desesperación.
Las infinitas medidas y prohibiciones que se reproducen y multiplican no parecen servir de nada. O al menos, su efecto resulta claro que no es suficiente. Los expertos aseguraban antes de producirse la tercera ola que todos achacamos a nuestros malos comportamientos navideños que vendría de todos modos y con la crudeza que lo hizo. Y así ocurrió. Por eso hay tantas dudas respecto a si, tras este confinamiento perimetral vacacional, esa cuarta ola que ya casi atisbamos levantarse en el horizonte llegará de todas formas y en las condiciones que corresponda, independientemente de nuestro sacrificio.
Por desgracia, ni siquiera los que más saben pueden estar seguros de lo que acontecerá o no en este mundo nuevo, donde todo sorprende, ni tampoco certificarnos de manera anticipada que nuestros sacrificios valdrán para algo. Así que podría pasar –y es fácil que suceda–, que pese a habernos quedado en nuestras comunidades, los datos sigan siendo igual de malos al final de nuestro encierro o que incluso empeoren. Y lo más desesperante es que no tendremos a nadie a quien echarle la culpa…