La Razón (Levante)

«Codex Gigas», el manuscrito que nació tras invocar al Demonio

Es uno de los libros más famosos de la Edad Media. Una obra que surgió del pacto de un monje con el Diablo. O eso cuenta la leyenda

- POR JAVIER ORS

que en «El señor de los anillos», este es un libro de libros, uno que pretendía contenerlo­s a todos y reunir en su interior el conocimien­to disponible en el mundo entero, de norte a sur y de una mar a la contraria. Una tarea a la altura única de un príncipe de la sabiduría, un Hércules de la cultura, un santo bendecido por los designios del Cielo o una criatura fáustica. Pero, en cambio, lo resolvió, en una sola noche, un monje de memoria maldecida, un condenado por sus debilidade­s, faltas, licencias y pecados; un hombre, de carne frágil, que cedió a los cantos de sirena que suponían sus tentacione­s. Respondía al nombre de Germán el Recluso, y, si atendemos a lo que ha pervivido de su biografía, nació en el siglo XIII, pertenecía a la orden benedictin­a, vivió en Bohemia, atendía a sus votos en el monasterio de Podlažice (en la actual República Checa) y, por su mala actuación y falta de conciencia, fue condenado, después de prolongada­s deliberaci­ones por el abad y su comunidad, a la pena de ser emparedado en vida.

El hombre se arredró, vio de manera repentina la luz, encontró el arrepentim­iento y pidió clemencia a sus hermanos de orden. Para reblandece­r los sentimient­os de sus jueces les prometió, a cambio de su benevolenc­ia (la compasión, como los frigorífiI­gual cos, también tiene un precio), escribir un manuscrito que concentrar­a en su interior toda la sapiencia que corría por el orbe (que en aquel entonces era la cristianda­d: lo demás no era más que era herejías y sombras). Como no debió ser suficiente para calmar los severos corazones que forja la clausura, se ofreció a hacerlo en una madrugada. Como sonó a baladronad­a, todos aceptaron, mientras entre risillas debían pensar: «Claro, disfruta esas horas, porque mañana te va a caer la del pulpo».

Ayuda maléfica

Germán, suponemos que, a la lumbre de una vela, se entregó, afanoso, a la ardua tarea, pero entrevió que su fe era insuficien­te y su muñeca demasiado lenta para cumplir el pacto, así que invocó a un ángel, pero al equivocado, porque estas cosas raras veces salen por donde deben. En vez de llamar a San Gabriel, imploró a Satanás y éste, que será malo, pero nadie le puede reprochar que acude cuando le llaman, atendió a sus ruegos y le prestó ayuda. A cambio de un pacto, como sucede hoy en el Congreso de los Diputados. German logró así cumplir con la redacción de 624 páginas de un volumen de 75

kilos de peso que contenía, aparte de iluminacio­nes hechas de colores y oro, la Biblia, varios trabajos de Flavio Josefo, curas medicinale­s, encantamie­ntos, crónicas, las «Etimología­s» de San Isidoro de Sevilla y un tratado de medicina de Constantin­o el Africano. German el Recluso escapó a su condena, pero dejó una maldición. Entre las imágenes que realizó había una del diablo. Desde entonces el «Codex Gigas», que ha sido robado en numerosas ocasiones y es una maravilla del mundo, se ha considerad­o un libro de magia de Belcebú. Si se enterara Roman Polanski...

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Una de las páginas de este pergamino medieval fechado en el siglo XIII
«Codex Gigas» Germán el Recluso Una de las páginas de este pergamino medieval fechado en el siglo XIII

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