Así es la tecnodiscoteca escondida en una cabina
En un momento en el que la covid ha limitado cualquier oportunidad de ocio, estos espacios robotizados se han convertido en la alternativa perfecta para los nostálgicos de las pistas de baile
Era una especie de ritual. Primero, el cubata de turno. Después, leve zapateo de rigor. De vez en cuando, una vista rápida a la sala para calar al público. También algún que otro intercambio de palabras y, por qué no, un selfie de recuerdo. Así hasta que sonaba la canción de la noche, esa que hacía que las horas de madrugada valiesen la pena de verdad. Entonces, el último trago se convertía en la gasolina perfecta para un postrero asalto dancístico.
Casi en cuestión de segundos nos convertíamos en versiones estereotipadas de David Bisbal, Bad Gyal, Aitana o Álvaro Soler. La intensidad con la que cantábamos aquel «yo no quiero un chico malo, no, no, no» o el ímpetu con el bailábamos ese «porque mi cintura necesita tu ayuda» hoy parecen sacadas de otra época. Y, aunque efectivamente así sea, tan solo ha pasado poco más de un año desde que pusimos pie por última vez en las pistas de baile. Al menos, tal y como las concebíamos antes.
Es evidente que el Covid-19 ha trastocado nuestras oportunidades de ocio, pero especialmente aquellas relacionadas con el contacto humano. Lo que ha provocado provocado que las discotecas de toda la vida se hayan visto obligadas a cerrar o a reconvertirse en pseudobares destinados a fracasar en el intento. Por eso, el siguiente invento resulta todo un chute de adrenalina para los que quieren recuperar algo que el coronavirus nos ha arrebatado. Se llama Teledisko ,y no, no es uno de esos garitos que han estado retransmitiendo sesiones vía «streaming». Son discotecas reales, de las de antes. Aunque, eso sí, cuentan con un detalle que las vuelve muy particulares: se encuentran en el interior de cabinas telefónicas. Sí, como es de esperar, no hay ni DJ ni barras. Tampoco puede entrar mucha gente. Pero, aun así, es uno de los espacios que mejor está capeando la crisis sanitaria.
Por los teléfonos públicos
Nacieron en 2014, de la mano de Benjamín Uphues. Por aquel entonces, este joven alemán se percató del ínfimo uso que se daba a los teléfonos públicos, lo que le hizo pensar que tal vez era el momento perfecto de darles otra oportunidad. Si Berlín es la capital del ocio nocturno por excelencia, no podían faltar alternativas rompedoras como ésta. En realidad, como reconoce su creador, suponen el puntito de euforia preciso que tanto demandaba la ciudad. A día de hoy, por ejemplo, no es extraño encontrar largas colas para acceder a algunos de estos habitáculos. Quien lo consiga, hallará todos los elementos necesarios para convertir su bailoteo en toda una experiencia única: luces, humo, aire, confeti… Todo ello en un espacio que no supera el metro cuadrado de superficie. Este dato, realmente, no supone un impedimento: en su interior han llegado a caber hasta 10 personas.
¿Cómo funcionan? Solo hay que seguir unos pocos pasos. Lo primero es elegir la música.
Esto hay que hacerlo en el exterior a través de una pantalla conectada a Spotify. Lo segundo, por supuesto, pagar. Los precios parten desde los dos euros según la opción deseada. Cabe la posibilidad de solo escuchar la canción, pero también la de obtener unas fotos de la experiencia o un vídeo de todo el tiempo pasado en el interior. Las nuevas tecnologías están haciendo que, cada día, esta experiencia mejore. Una vez tomada la decisión, se abrirán las puertas automáticamente. Ya dentro, basta con colocarse en el centro y pulsar el botón de inicio para desgañitarse y convertirse en el rey de esta minipista improvisada. Aquí, el nivel de desfase no dura lo mismo que las copas de antaño, sino más bien los minutos que permanezca la melodía seleccionada sonando.
En total, existen tres telediskos distribuidas por la capital alemana: dos son fijas y una itinerante. La primera se localiza en Raw, el barrio turco; la segunda, en Holzmarkt, una de las zonas más frecuentadas por la gente joven; y la tercera, aunque se mueva constantemente, suele estar en Herrfurthplatz, una plaza repleta de cervecerías al aire libre. No obstante, es posible localizar algunas de estas discotecas portátiles en buena parte del mundo. Gracias al programa de difusión cultural «Pop into Berlin», se pueden ver en diferentes ciudades del mundo. Ya han pasado, por ejemplo, por París, Estocolmo, Ámsterdam, Viena y Madrid. En 2016, el bohemio barrio de Malasaña acogió este peculiar invento con gran éxito entre el público. Si bien es cierto que estaba prevista su vuelta próximamente, la situación sanitaria parece haber trastocado todos los planes. Sin duda, hubiese sido una buenísima alternativa para las noches españolas.