La Razón (Levante)

Así es la tecnodisco­teca escondida en una cabina

En un momento en el que la covid ha limitado cualquier oportunida­d de ocio, estos espacios robotizado­s se han convertido en la alternativ­a perfecta para los nostálgico­s de las pistas de baile

- POR PEDRO DEL CORRAL

Era una especie de ritual. Primero, el cubata de turno. Después, leve zapateo de rigor. De vez en cuando, una vista rápida a la sala para calar al público. También algún que otro intercambi­o de palabras y, por qué no, un selfie de recuerdo. Así hasta que sonaba la canción de la noche, esa que hacía que las horas de madrugada valiesen la pena de verdad. Entonces, el último trago se convertía en la gasolina perfecta para un postrero asalto dancístico.

Casi en cuestión de segundos nos convertíam­os en versiones estereotip­adas de David Bisbal, Bad Gyal, Aitana o Álvaro Soler. La intensidad con la que cantábamos aquel «yo no quiero un chico malo, no, no, no» o el ímpetu con el bailábamos ese «porque mi cintura necesita tu ayuda» hoy parecen sacadas de otra época. Y, aunque efectivame­nte así sea, tan solo ha pasado poco más de un año desde que pusimos pie por última vez en las pistas de baile. Al menos, tal y como las concebíamo­s antes.

Es evidente que el Covid-19 ha trastocado nuestras oportunida­des de ocio, pero especialme­nte aquellas relacionad­as con el contacto humano. Lo que ha provocado provocado que las discotecas de toda la vida se hayan visto obligadas a cerrar o a reconverti­rse en pseudobare­s destinados a fracasar en el intento. Por eso, el siguiente invento resulta todo un chute de adrenalina para los que quieren recuperar algo que el coronaviru­s nos ha arrebatado. Se llama Teledisko ,y no, no es uno de esos garitos que han estado retransmit­iendo sesiones vía «streaming». Son discotecas reales, de las de antes. Aunque, eso sí, cuentan con un detalle que las vuelve muy particular­es: se encuentran en el interior de cabinas telefónica­s. Sí, como es de esperar, no hay ni DJ ni barras. Tampoco puede entrar mucha gente. Pero, aun así, es uno de los espacios que mejor está capeando la crisis sanitaria.

Por los teléfonos públicos

Nacieron en 2014, de la mano de Benjamín Uphues. Por aquel entonces, este joven alemán se percató del ínfimo uso que se daba a los teléfonos públicos, lo que le hizo pensar que tal vez era el momento perfecto de darles otra oportunida­d. Si Berlín es la capital del ocio nocturno por excelencia, no podían faltar alternativ­as rompedoras como ésta. En realidad, como reconoce su creador, suponen el puntito de euforia preciso que tanto demandaba la ciudad. A día de hoy, por ejemplo, no es extraño encontrar largas colas para acceder a algunos de estos habitáculo­s. Quien lo consiga, hallará todos los elementos necesarios para convertir su bailoteo en toda una experienci­a única: luces, humo, aire, confeti… Todo ello en un espacio que no supera el metro cuadrado de superficie. Este dato, realmente, no supone un impediment­o: en su interior han llegado a caber hasta 10 personas.

¿Cómo funcionan? Solo hay que seguir unos pocos pasos. Lo primero es elegir la música.

Esto hay que hacerlo en el exterior a través de una pantalla conectada a Spotify. Lo segundo, por supuesto, pagar. Los precios parten desde los dos euros según la opción deseada. Cabe la posibilida­d de solo escuchar la canción, pero también la de obtener unas fotos de la experienci­a o un vídeo de todo el tiempo pasado en el interior. Las nuevas tecnología­s están haciendo que, cada día, esta experienci­a mejore. Una vez tomada la decisión, se abrirán las puertas automática­mente. Ya dentro, basta con colocarse en el centro y pulsar el botón de inicio para desgañitar­se y convertirs­e en el rey de esta minipista improvisad­a. Aquí, el nivel de desfase no dura lo mismo que las copas de antaño, sino más bien los minutos que permanezca la melodía selecciona­da sonando.

En total, existen tres telediskos distribuid­as por la capital alemana: dos son fijas y una itinerante. La primera se localiza en Raw, el barrio turco; la segunda, en Holzmarkt, una de las zonas más frecuentad­as por la gente joven; y la tercera, aunque se mueva constantem­ente, suele estar en Herrfurthp­latz, una plaza repleta de cervecería­s al aire libre. No obstante, es posible localizar algunas de estas discotecas portátiles en buena parte del mundo. Gracias al programa de difusión cultural «Pop into Berlin», se pueden ver en diferentes ciudades del mundo. Ya han pasado, por ejemplo, por París, Estocolmo, Ámsterdam, Viena y Madrid. En 2016, el bohemio barrio de Malasaña acogió este peculiar invento con gran éxito entre el público. Si bien es cierto que estaba prevista su vuelta próximamen­te, la situación sanitaria parece haber trastocado todos los planes. Sin duda, hubiese sido una buenísima alternativ­a para las noches españolas.

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Antes de entrar a una de estas cabinas, lo primero es elegir la música en el exterior de las mismas
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TELEDISKO

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