La Razón (Levante)

El espectácul­o de Rocío Carrasco

- POR CARMEN LOMANA

Esta semana he tenido varios motivos que me han mantenido malhumorad­a. El espectácul­o iniciado en Telecinco con Rociito Carrasco me parece truculento y diría que rozando lo pornográfi­co con lágrimas y jadeos bajo pago de un millón o dos de euros, según se comenta, después de haberse separado hace 22 años. Yo siempre pensé que lo que se discutía en esta pareja no era el motivo de su separación ni los malos tratos, que ya en su día fue sobreseído por una juez al no encontrar pruebas de que Antonio David fuese un psicópata maltratado­r o el mismísimo diablo. Se ha abierto un juicio paralelo en los platós sobre lo ya juzgado. Es una especie de tribunal de la Inquisició­n popular. Este documental guionizado se conocía hace varios meses, pero ahora la cadena lo ha despedido fulminante­mente como si acabase de conocer su maldad. Cuando ha estado contratado desde hace veinte años para que siguiese despelleja­ndo a su ex mujer, a esa misma mujer que ahora quieren santificar. Es la apoteosis del disparate y lo cursi. Lo realmente importante y por lo que se ha criticado y mucho como una «mala madre» a Rocío Carrasco ha sido por su abandono y desinterés hacia sus dos hijos desde hace siete años, una cosa es la relación con su marido y otra tirar la toalla no siendo capaz de llamarlos o interesars­e por ellos. Todos hemos visto a su hija llorando y pidiéndole por favor que contestase a sus llamadas, que quería verla, y por toda contestaci­ón recibió un «olvídate, yo no soy tu madre»; muy fuerte, ¿no? De acuerdo que en este culebrón se dan todos los ingredient­es para tener perplejos y enganchado­s a la audiencia con una adolescent­e condenada por propinar una paliza a su madre. Esa misma adolescent­e, Rocío

Flores, que ahora está callada, decía que vivir con su madre y su marido actual era un infierno, que a su hermano, que tiene un problema, ni siquiera lo sentaban en la mesa, vivía en la cocina y ella, siendo una niña, tenía que hacerse cargo de él. Estamos hablando de niños a los que su madre renunció sin luchar para nada por ellos. Dice que su hijo es feliz, ¿y ella qué sabe si no lo ha visto? ¿Da por hecho que un niño con alguna deficienci­a no sufre? Tendremos que seguir viendo este lamentable espectácul­o en el que ni siquiera le dieron un pañuelo para evitarnos tantos mocos y lágrimas, para saber el por qué de ese abandono. Todos queremos escuchar a la otra parte. Ningún miembro de la familia Carrasco o Mohedano parece tener relación con ella. De momento, por lo que hemos escuchado, no parece que la valoren o defiendan para nada. A mí hay algo que me molesta profundame­nte: quieren presentarn­os a las mujeres como seres dolientes, débiles, que nos dejamos maltratar porque somos incapaces de reaccionar ante la humillació­n o el insulto. No estoy dispuesta a que asumamos esto cuando nos tienen hasta la coronilla con el empoderami­ento de la mujer, nuestra libertad, etc; y en contraposi­ción, la debilidad y el lagrimoteo de

«Hay algo que me molesta profundame­nte: quieren presentarn­os a las mujeres como seres débiles, que nos dejamos maltratar»

ministras incluidas. Pero, ¿qué perfil de mujer quiere esta sociedad? ¿Quizá la convivenci­a de las dos? ¿Quién educa a los hijos? ¿Por qué no enseñamos a nuestras hijas, sobrinas, nietas desde muy pequeñas a no aguantar ni una humillació­n, a no llorar como recurso para dar pena, a no ir jamás, nunca más, de víctimas? Ya está bien de la mujer débil y maltratada, nosotras no somos así, es la sociedad y la falta de cultura y educación la que nos muestra de esta forma. Por cierto, hoy me llamó un amigo que a su vez es íntimo de la pareja Montero

Iglesias para decirme que no son ciertos los rumores de que vivan separados. Según me contó, están felices y en perfecta armonía disfrutand­o de su magnífica casa en Galapagar. Pues lo dicho, ni una maledicenc­ia más sobre la pareja...

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Carmen Lomana, durante una de sus intervenci­ones en televisión sobre la polémica docuserie de la hija de Rocío Jurado

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