La Razón (Levante)

La España de Pablo

- José Aguado Ulises Fuente Esther S. Sieteigles­ias Javier Ors

Iglesias,Iglesias, Pablo, es un hombre bifurcado, un vizconde demediado de la política española, tirando de Italo Calvino. Le sucede como a esos individuos que les gustaría vestirse con levita, pero deben conformars­e con la chaqueta grunge que da deambular por las postrimerí­as del siglo XX. Existe en él una tendencia a entregarse a batallas que parecen más ensoñacion­es que tercas realidades, lo que redunda en una imagen de Don Quijote desintoniz­ado, como si la frecuencia de sus palabras no coincidier­a con el mundo actual. Escucharlo es como ver las pelis de catástrofe­s de Hollywood. Parece que todos vamos a morir mañana en un apocalipsi­s glacial.

Irene Montero, una prolongaci­ón de sus ideas, que no de su voz, sostenía esta semana en algún teatro de lo político que Madrid, así en plano general y sin demorarse en puntualiza­ciones, es una ciudad insegura para todas las mujeres. Lo malo de la política, cuando se carece de reflejos argumental­es, es que muchas veces se acaba saliendo por la hipérbole más imprevista y así no hay manera. El resultado es lo que ya entrevió Goya, que se acaban engendrand­o monstruos. se ve, que ya no es solo el problema de Ortega, sino también el de Iglesias, de Pablo, que arrastra una visión más que inconformi­sta y rebelde, exagerada, como una Biblia con exceso de imágenes. Nadie compartirá la idea de que este país es Jauja, pero él tropieza en una deformació­n que, aparte de coincidir con lo irreal, aporta dudosos resultados y no redunda en ninguna contribuci­ón. A nadie se le ocurre extinguir un incendio arrojando gasolina, pero él, acogiéndos­e a ese pregón de reclamar más democracia, la ha cuestionad­o, devaluado, puesto en entredicho su justicia, negado los éxitos de la Transición y tildado de casEspaña, ta, sin entrar en matices, porque para qué, a la clase política. Iglesias, Pablo, ha demonizado tanto que ha terminado creyéndose sus demonios. Lo que nadie le ha contado, o sí, es que la mejor manera de desconsoli­dar la democracia y meterla en recesión, ideas que baraja Adela Cortina, que ahora saca libro, es fomentar su descrédito entre el gentío, que suele desencanta­rse con facilidad. La otra opción es que sí lo sepa, claro, y sea justo eso lo que quiere.

A Iglesias, Pablo, lo que le gustaría es haber nacido en otra época. Es un desubicado. Lo suyo hubiera sido la Rusia zarista, que daba para mucha tectónica verbal. Él hubiera deseado eso, un caballo para subirse a las páginas la historia, pero lo que le ha tocado es una vicepresid­encia. Él no concibe la política como un trabajo diario, sino como un rapto de la palabra. Lo suyo es el curro de mitinero, donde está en su salsa, denunciand­o, pero no aportando soluciones prácticas.

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EFE Pablo Iglesias, un político que no es feliz con muchas cosas de nuestro país
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