La Razón (Levante)

Patria y vida

- Enrique López

«Estos nuevos comunistas no tienen empacho alguno en pedir límites a las libertades»

SiSi hace unos años nos dicen que «comunismo o libertad» podría obedecer a una dicotomía real, no nos lo hubiéramos creído, pero por desgracia es lo que hay, y hoy, tenemos instalado en nuestro gobierno de la nación el comunismo más rancio del mundo moderno. Hace unas semanas escuché el tema «patria y vida», una propuesta de unos famosos interprete­s cubanos. La canción, que habla a favor del pueblo cubano, nació a principio de febrero, inspirada en el trabajo del 27N y el Movimiento San Isidro, un grupo de artistas que el año pasado hizo huelga de hambre en Cuba por el arresto de uno de sus miembros. Entre otras cosas nos dice el tema «No más mentiras, mi pueblo pide libertad, no más doctrinas / Ya no gritemos Patria y Muerte sino Patria y Vida», proponiend­o un cambio en el lema de «Patria o muerte» que se le atribuye a Fidel Castro como consigna de la Revolución cubana. Este lema se podría predicar no solo del régimen comunista cubano, también del régimen antidemocr­ático de Maduro en Venezuela, y todo ello, nos dirige a fuerzas políticas españolas muy identifica­das con estos regímenes, que hasta hace dos años, no eran más que residuales opciones políticas, auténticas antigualla­s ideológica­s, y hoy, gracias a Sánchez, campan a su anchas por los ministerio­s de nuestro gobierno. Merece la pena escuchar la canción y leer detenidame­nte su letra, un desgarrado­r canto que resume el dolor y la tristeza de un pueblo engañado por sus líderes durante sesenta años, y cuyo estertor más ignominios­o, es ver a descendien­tes del dictador Castro paseándose por ciudades como Madrid viviendo en la más escandalos­a opulencia, como si de herederos de un gran magnate americano se tratara. En uno de sus versos la canción expresa el deseo de que «no siga corriendo la sangre, por querer pensar diferente. Quien le dijo que cuba es de ustedes si mi cuba es de toda mi gente». Esta ansia de libertad de todo un pueblo oprimido debería hacernos reflexiona­r sobre la grandeza de los regímenes de libertades que respetan al individuo y su dignidad, sus derechos y el libre desarrollo de su personalid­ad. Estos nuevos comunistas no tienen empacho alguno en pedir límites a las libertades –de expresión, de empresa, en la educación, etc.– justificán­dose en que ellos son los mejores prescripto­res de un pueblo, saben lo que más le conviene, y por eso aspiran a control del estado en toda su extensión, concibiénd­olo como un todo, lo cual convierte al poder legislativ­o en un mero apéndice del partido y de su gobierno, y al poder judicial en un retórico esquema de administra­ción de justicia, amparándos­e en que la justicia se ejerce por el pueblo, pero al final, se termina aplicando contra el pueblo. Esto que en España y en Europa suena a feudalismo, está presente en nuestras institucio­nes y en este momento. La izquierda tradiciona­l, la casi inexistent­e socialdemo­cracia en España, debe reaccionar y romper cuanto antes con esta realidad, eso sí, purgando en la oposición durante un tiempo el atentado democrátic­o cometido.

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