YO TAMBIÉN

AraízAraíz de un artículo de mi querida Elvira Lindo en el que hablaba de salud mental y confesaba sus males al respecto, creo que es necesario un «Me too». Sí, yo también padezco trastornos de la mente. Desde pequeña padecí angustia, que ya es revelador. Por aquel entonces me refugiaba en la escritura de un diario caótico que si lo hubiese visto un especialista habría flipado. Un día, de joven, lo leí y me impactó tanto que lo hice desaparecer. Qué pena me daba aquella pequeñaja, qué dolor su dolor. Cuando salí de la casa paterna mejoré bastante, pero nunca hasta el punto de quitarme de encima esa sombra negra que me hacía tener muy malos pensamientos. Tenía la soledad arraigada como una garrapata, y el sentimiento de no ser digna de amor me desbarataba. Eso sí, cuando remontaba era una mujer imparable que luchaba con sus armas de tinta por cambiar el mundo de todos. Es hermosa la empatía. Sin embargo, cuando es de corazón se conmueve uno hasta el tambaleo. Y mucho tambaleo trae caídas. Pronto mi madre me comenzó a pasar sus «lorazepanes». Pronto busqué psicólogos y terapias varias. Mi suerte fue poder pagármelo, tener trabajo para costear esas sesiones caras que me aliviaban la zozobra.

Hice muchas terapias hasta que me convencí de que me resultaba más fructífero convertir ese dolor en belleza. Escribir. ¡Qué suerte la mía poder curarme un poco con mi propia medicina! Otros muchos no han tenido un arte a mano, ni dinero para psicólogos. Otros, han tenido enfermedades más graves que han acabado con su equilibrio o su vida. Otros, con lo mío: ansiedad y depresión, le dan a los ansiolíticos y antidepresivos a perpetuidad.

Europa es un lugar en el que la salud mental está muy tocada, y la sanidad pública no se hace cargo. Solo los pudientes tienen los tratamientos urgentes y precisos. El miedo, la incertidumbre, la soledad, la pobreza… todo eso deteriora la mente. ¿Cuándo vamos a gritar que somos inocentes de sufrir estos trastornos? Sí, yo también los tengo.