«AMNISTÍA, HAGÁMONOS LIBRES»
DosDos noticias se entrelazaron ayer en el panorama catalán. Una, de interés general; la otra, de propósito de casta, de poder, privativo. En un orden moral de las cosas, pareciera indiscutible que la segunda debiera palidecer, incluso desaparecer, desaparecer, frente a la primera, pero el Principado abandonó los parámetros sociológicos e institucionales propios de un estado de derecho del siglo XXI hace décadas. Se conoció que la pandemia, lejos de mejorar su evolución, ha empeorado y que una nueva ola se abría paso. Hay una expansión sostenida de la infección, con incrementos moderados en parámetros como el riesgo de rebrote – el domingo llegó a 234 puntos, ocho más que en la jornada precedente– y la velocidad de propagación. En las últimas 24 horas se registraron 1.493 nuevos contagios en la comunidad y once fallecimientos. La dinámica de la presión hospitalaria fue una variable especialmente alarmante en las últimas horas después de que el número pacientes ingresados por coronavirus creciera en 67, hasta 1.385, respecto al sábado. Ese es el panorama que mantiene a Cataluña en un cuadro de excepcionalidad, que empobrece a su ciudadanía y que ahoga el tejido productivo. Junto a ello, el independentismo exhibió a esa misma hora su sensibilidad y cercanía con el catalán necesitado y deprimido. Los rectores de las universidades públicas de Cataluña y un centenar de académicos exigieron la amnistía para los líderes golpistas encarcelados y el resto de «represaliados» por el 1-O en un acto convocado por Òmnium Cultural al grito de «Amnistía, hagámonos libres». Los responsables de estos centros se concentraron no para demandar ayudas y socorro para la sanidad pública, los autónomos, los parados o las empresas, sino para comprometer a las instituciones que gobiernan en el propósito de criminales confesos y condenados por uno de los sistemas judiciales de mayor prestigio y garantías del mundo. Sin derecho ni legitimidad, unieron entidades sin adscripción ideológica a su causa particular. Es más que suficiente para que estos rectores se marchen a casa tras malversar el cargo y su dignidad.