Las madrileñas en guerra
LlamaLlama la atención que Madrid sea una capital de derechas, mientas que muchas de las capitales de los países desarrollados se inclinan a la izquierda. Desde hace ya varios años, la izquierda capitaliza el voto de las elites económicas e intelectuales, aquellos que se han beneficiado de la globalización y que andan convencidos de que están en la cresta de la ola de la Historia: la irremediable desaparición de las naciones, el necesario desdibujamiento de las identidades, una forma de cosmopolitismo feliz y narcisista que emancipa a los individuos del exceso de compromiso con lo que les rodea –salvo las buenas causas, se entiende, que van siempre en la misma dirección postmoderna o, por mejor decir, post todo–.
Madrid no es así, a pesar de que la extraordinaria modernización de la ciudad y la región le llevaba a seguir el mismo camino. Yo mismo he expuesto alguna de las razones que probablemente están en el fondo de esta excepción, como es que estos años han apuntalado como nunca la capitalidad de Madrid y han hecho conscientes a los madrileños de que la ciudad y la Comunidad representan aquello que es común a todos los españoles. Enfrente está el proyecto de desmantelamiento de la nación por parte de la izquierda, que traería aparejada una cada menor relevancia de Madrid. Otra posible causa es que la derecha ha comprendido bien la tradición y el carácter madrileños, con su gusto por la libertad personal. La derecha ha ofrecido a la sociedad madrileña la capacidad de elegir en cuestión de sanidad, de educación, también de ahorro, con una fiscalidad más baja… sin por ello reducir el compromiso con el servicio público, como se demuestra en las infraestructuras, la educación y –también– la sanidad, por muchos bulos y fake news que se empeñen en propagar sus adversarios.
Gracias a que la sociedad madrileña y las organizaciones políticas –hasta hace muy poco tiempo, el PP– compartían objetivos e intereses, han surgido líderes de gran categoría, cada uno con personalidad propia, pero excelentes representantes de la ciudad y la región: Ruiz Gallardón en su momento, luego Esperanza Aguirre, por fin José Luis Martínez-Almeida e Isabel Díaz Ayuso. Conviene resaltar la presencia de dos mujeres, las dos víctimas de ataques brutales, de un machismo feroz, y ambas dotadas del arte de transformar esos mismos ataques en apelaciones al orgullo y a la dignidad de los madrileños. En otras palabras, Aguirre en su momento y ahora Díaz Ayuso se las arreglan para reforzar la identidad de Madrid, su conciencia de ciudad y comunidad, enfrentándose sin remilgos a quienes quieren acabar con ellas, subrayando además la dimensión nacional de la confrontación. Como es natural, aumenta la ferocidad de la rabia y del ataque. Y aunque la embestida calará en una parte del electorado, también lleva a muchos madrileños a distanciarse de actuaciones tan groseras. Entre las muchas libertades que ofrece Madrid está también la de dejar atrás, por fin, la identidad izquierdista, tan previsible, tan tediosa.
«La derecha ha comprendido bien el carácter madrileño, con su gusto por la libertad personal»